En el pleno municipal del próximo sábado puede pasar cualquier cosa. Una de ellas que Ada Colau salga alcaldesa. En este caso, cabe que haya alcanzado un acuerdo programático con el PSC y reciba el voto de Manuel Valls y un par más de concejales de su grupo. Esto sería lo más racional, aunque el PSC sabe bien que una vez elegidos esos pactos puede ella romperlos con cualquier excusa.

También podría ocurrir que fuera Ernest Maragall quien acabara de titular de la alcaldía, si los socialistas decidieran que sin un acuerdo de gobierno no tienen por qué votar a Colau, lo que haría inútiles los votos del grupo de Valls. En este caso, Colau achacaría a los socialistas su “derrota” y podría presentarse ante la ciudadanía como un alma pura y equidistante de todos los demás, a la espera de las elecciones autonómicas, a las que concurrir como cabeza de lista de los Comunes. Al ritmo que se le van, ya apenas queda nadie más.

Podemos y su versión catalanizada, los Comunes, llegaron a la política defendiendo la transparencia. Si en estos momentos hay o no negociaciones entre el equipo de Colau y alguna otra formación, nada se sabe de ello, más bien al contrario, parecen jugar a la confusión. Es decir, cero en transparencia. De ahí que haya quien ha dado en suponer que la estrategia de la actual alcaldesa en funciones responde, en realidad, a un pacto con Ernest Maragall. Ella se presenta y no gana y el hermanísimo sale elegido y de alguna manera le reconoce los servicios prestados con un organigrama compartido y un cargo relevante.

Esto explicaría que ERC haya concentrado su fuego dialéctico no en Colau sino en los socialistas y en Valls, de quienes no esperan nada. Incluso Rufián, a quien no se le conoce otro discurso que la descalificación de brocha gorda, se ha mostrado comedido en sus declaraciones y la ha acusado sólo de “robar protagonismo a Maragall” (véanse sus declaraciones en Metrópoli abierta, el 10 de junio). Eso sí, no han olvidado enviar los escuadrones de la pintura amarilla.

Ernest Maragall fue un eficaz concejal de Hacienda en los tiempos de Joan Clos, debido en parte a que estaba bajo el control de la mejor cabeza de aquel consistorio: Xavier Casas. Luego, como consejero de Educación resultó un desastre. La ley educativa del tripartito salió adelante con los votos en contra de Iniciativa, pero con el apoyo de Convergència i Unió. Aquella ley consagraba algo tan difícil de digerir por la izquierda como las subvenciones a los colegios que segregan por sexo, es decir, los centros del Opus Dei. El argumento que dio el entonces consejero fue que había que hacer una ley de país. Una expresión que hoy se repite.

A pesar de todo, la incertidumbre atenaza al candidato de ERC y ha perdido los papeles en algunas de sus declaraciones. Ha acusado a Colau de mendigar el apoyo de los que se manifestaron en la plaza de Colón, lo que es una manifiesta falsedad. Los socialistas no estuvieron allí y Valls acudió pero siempre ha mantenido la distancia respecto a Vox. Decir, como ha hecho Maragall, que Valls pertenece a la “extrema derecha” sólo índica una notable incapacidad para el análisis político.

Además, no es Colau la que pide sus votos: él los ha ofrecido sin contrapartidas. Sostiene el candidato que su partido quiere hablar de programas y no de cargos, pero de momento sólo se sabe que ofrece una silla distinguida a la alcaldesa en funciones y que cuando se le pregunta si se opondría a las medidas de un gobierno municipal en el que él no estuviera, aunque figuraran en el programa electoral de ERC, la respuesta es clara: “No es el momento de pensar en este tipo de hipótesis”.

Maragall, Ernest, insiste en que su partido debe gobernar porque ganó las elecciones, pero obtuvo 10 concejales sobre 41. Y, si se quiere, se puede recordar que su hermano fue presidente de la Generalitat habiendo quedado los socialistas por detrás de CiU. Si a pesar de todo sale alcalde con la ayuda directa o indirecta de Ada Colau será porque ésta cree que su propuesta no está a la altura de la del hoy dirigente republicano y antes sufrido socialista. Ítem más: ella puede esperar; para Ernest Maragall no habrá otras oportunidades.