Otra victoria de Ada Colau. Barcelona supera el cuarenta por ciento de denuncias por okupaciones de toda España. Tras el éxito, hay años de aversión al trabajo de la alcaldesa desde que el 2009 se disfrazó de abeja y guía espiritual de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH). Fue okupa y una cosa trajo la otra. Como los grafitis, que ensucian más de dos cientos mil metros cuadrados de la ciudad, pero sólo se han impuesto quince multas que no se sabe si se han cobrado debido a la baja ralea e indigencia estética de sus culpables. La PAH fue una de las plataformas maquinadas en el laboratorio del dudoso Observatorio Desc, que inventó otras como la de Derecho a la Ciudad, Discusión sobre Hombres Mujeres y Vivienda. Todas y más han dado de comer a vividores profesionales de la oligarquía del colauismo. Así crearon un artefacto parecido a una sucursal de Podemos. Lo bautizaron Barcelona en Comú, aunque va contra todo y contra todos los que no sean de los suyos. Y llegaron al poder por carambola sin ganar elecciones.

Como quien a hierro mata a hierro muere, el vecindario machacado y perjudicado por este enjambre de arribistas ha aprendido a crear plataformas de defensa propia ante Colau y su congregación. Las más novedosas son Mierdalona, Stop Concerts y Xarxa Salvaguarda de Bens Comuns de Barcelona. A ellas se suman las denuncias de asociaciones de Sant Martí, Eixample, Ciutat Vella, Barceloneta y Gràcia por los niveles peligrosos para la salud y el sueño causados por ruidos e incivismos. Mierdalona la encabeza Carlos Martínez, alias, Chino Chulo. Se dedican a colgar en la red las fotos de ciudadanos que ven suciedad y porquería en cualquier calle. De paso, queda retratada la sinvergüencería del sandio e inconcebible concejal Eloi Badía. La nueva red de catorce entidades quiere salvar lo que se pueda de los bienes comunes de la ciudad y frenar la destrucción masiva de patrimonio por parte del Ayuntamiento. La plataforma Stop a los conciertos la forman vecinos tan hartos del Primavera Sound y de las bajadas de faldas y pantalones del Ayuntamiento ante sus organizadores, que desean que “se marchen a Madrid o a donde quieran”. Es la capital a la que huyen los influencers más influyentes de Barcelona.

Otro atentado al patrimonio histórico común intenta cometerlo la Cámara de Comercio. Quieren cambiar su escudo por un logo que da grima. Bajo la bota de la entidad privada Asamblea Nacional de Catalunya, retiran la corona de su escudo, lo cual es ideológicamente discutible. Pero también eliminan sus rechonchos angelitos, la herramientas que representan faenas del campo y de la mar, y el lema  en latín que  reza: “La tierra nos da los frutos y las olas del mar, las riquezas”. Este gremio data de 1758 y su escudo de verdad y de piedra  aún está en un arco gótico de la Llotja. La pregunta es cuánto costará y quién pagará su destrucción y los gastos de estampar un tremebundo logo en sellos, documentos, papelería y medallas conmemorativas. Todo ello sin que la camarilla que vino a salvar la ciudad de sí misma, haga nada para impedirlo. Al contrario, firmó un acuerdo con el gremio para construir un gran edificio compartido. Ante esta comunión de falsos progresistas con independentistas que tocan dinero público, las crecientes plataformas de defensa propia son otro mal augurio para Colau.