L'Eixample es el distrito de España con mayor siniestralidad y los motoristas, año tras año, reclaman nuevas medidas de seguridad para reducir el número de fallecimientos en Barcelona. La pasada primavera, varias asociaciones alertaron del riesgo que suponía la instalación de bolardos y bloques de hormigón en algunas calles de la ciudad. Avisaron que cualquier impacto podía ser mortal y pedían bloques deformables a baja energía de impacto para minimizar los daños y las lesiones, que desde hace meses se están instalando en Fraga (Huesca).

Los bloques de hormigón son tan legales como peligrosos y los expertos recalcan que conviene separarlos al máximo de la circulación, condición que no se da en Barcelona. Y mucho menos en la calle Balmes, donde el pasado jueves falleció un joven motorista tras chocar con un coche e impactar contra un New Jersey, nombre técnico del fatídico bloque que separa las terrazas de la circulación.

El fatal desenlace cuestiona, aún más, el urbanismo táctico de Ada Colau y Janet Sanz, y multiplica las quejas por la nueva movilidad de Barcelona, que persigue al vehículo privado en plena crisis del transporte público. Los motoristas, ninguneados por la alcaldesa, expresaron su malestar por el fallecimiento de Martí Estela y su indignación subió de tono tras leer las explicaciones de la alcaldesa en Facebook.

Colau, obviamente, no hizo la menor autocrítica y señaló que el exceso de velocidad es, en la mayoría de los casos, la responsable de las muertes de los motoristas en Barcelona. Reivindicó, además, sus políticas de movilidad y reiteró que no piensa retirar los peligrosos bloques de hormigón, caiga quien caiga. Atizó, eso sí, a este medio por desvelar la secuencia del accidente, narrada con el máximo rigor y descartando la publicación de una fotografía por su dureza visual. Obvio es que Colau odia a la prensa libre, la que ella no riega con generosas subvenciones y no le baila el agua como desearía la alcaldesa más chachi y progre de Barcelona.

Enrabietada, Colau apuntó incluso que la solución ideal pasa por prohibir la circulación de coches y motos en Barcelona, opción que descartó por “demasiado radical”. Pocos minutos después, la Unión Internacional par la Defensa de los Motoristas anunció una demanda contra el Ayuntamiento de Barcelona por incumplimiento del Reglamento General de Circulación y la Ley de Seguridad Vial.

El PSC, de momento, calla. El socio de gobierno de Colau no comparte muchos postulados de los comunes ni su visión dogmática de la movilidad de Barcelona. Los socialistas preferirían un pacto de ciudad amplio para resolver esta problemática, que se enquista y envenena con las recetas de la alcaldesa. Porque ella, adalid en el pasado de la democracia, pasa de todos, de los vecinos y, por supuesto, de los sectores económicos de la ciudad.

Uno de los principales actores económicos de Barcelona es Foment. Este lunes, la patronal catalana otorgó los premios Ferrer Salat, premiando a Ángel Simón, presidente de Agbar, como mejor empresario del año. Y Colau, en pie de guerra contra la compañía del agua por sus intereses partidistas, se borró de la fiesta por una presunta indisposición que intuyó por la noche y que solo duró una hora.