La multiconsulta de Ada Colau es una gran mentira. Una farsa que retrata las enormes contradicciones de los comunes, que un día defienden la voluntad popular y otros la desprecian cuando sus tesis son derrotadas en la votación de la Superilla del Poblenou y del macroalbergue de la Vila Olímpica. A falta de gestión y acuerdos con los otros grupos políticos para liderar la transformación de Barcelona, la alcaldesa y los suyos se limitan a gesticular con un discurso populista muy peligroso, propio de otras épocas. Cuando falta poco más de un año para las próximas elecciones municipales, Colau ha optado por hacer mucho ruido en beneficio propio y no de la ciudad.

Incapaz de resolver los problemas reales de Barcelona, la alcaldesa abre nuevos frentes y quiere que los ciudadanos se pronuncien sobre el cambio de nombre de la plaza Antonio López por Idrissa Diallo, la compra del edificio del gimnasio Sant Pau para mantener el equipamiento y, sobe todo, la remunicipalización del agua. La consulta, recordemos, no es vinculante ni tiene un mínimo de participación, pero puede tener consecuencias devastadoras para Colau como ya sucedió, en 2010, con Jordi Hereu.

La recogida de firmas para que prosperasen las tres propuestas ha superado, teóricamente, las 15.000 exigidas. Otra cosa ha sido la opacidad del proceso, sobre todo en el caso de la remunicipalización del agua. Algunos vídeos demuestran las chapuzas cometidas y toleradas por sus promotores, con nombres incompletos, números del DNI inexactos o inventados y firmas falsas. El todo vale ha sido su 'modus operandi'.

La plataforma “Aigua és vida” se ha mostrado muy activa en los últimos meses, pero su poder de convocatoria ha sido mínimo, ínfimo, en las asambleas organizadas en los distritos barrios de Barcelona. En muchos casos, la asistencia no llegó a las 20 personas y, obviamente, sus promotores silenciaban el coste que tendría la remunicipalización del servicio para la ciudad y los fiascos de iniciativas similares realizados en París y Berlín.

Bueno sería también que los ciudadanos de Barcelona vieran la presentación de la campaña que se hizo en la sede de la PAH, con discursos que Nicolás Maduro haría suyos por la radicalidad y extravagancia de sus postulados. El estreno contó con la bendición de Eloi Badía, regidor de Agua y Energía del Ayuntamiento que hunde todo lo que toca. Él, por ejemplo, es el presidente de Cementiris de Barcelona, empresa que sufrió el derrumbe de 144 nichos en Montjuïc y sigue sin atender las reivindicaciones de las familias afectadas. Nunca, nunca, el gobierno de la ciudad había actuado con tanta prepotencia ante sus ciudadanos.

En la remunicipalización del agua también se ha mostrado muy activa Gala Pin, la regidora okupa que tantas y tantas veces ha ignorado las quejas de los vecinos de Ciutat Vella, ella que tanto presume de democracia participativa. En el Raval no olvidan su incapacidad para combatir los narcopisos y la especulación inmobiliaria.