La perspectiva histórica explicará los últimos años de Barcelona como uno de los peores momentos de la ciudad. Con los datos actuales podríamos incluso hacer un resumen histórico de la capital catalana. Tras la eclosión provocada por los JJOO de 1992, el brillante aumento del interés turístico como capital de referencia europea desde principios de siglo, ahora nuestra ciudad están en un progresivo declive.

Creo es una obviedad escribir que ese declive coincide con el gobierno de la extrema izquierda de Ada Colau. Prometió mejorar la capital, y no sólo la ha llevado a unos niveles de delincuencia extrema, sino que además ha compensado a dos de los principales gestores del desastre, Jaume Asens y Gerardo Pisarello, con nuevos destinos. La incompetencia de la alcaldesa es tal que se ha rodeado de supuestos profesionales, agotadores de bar, aún peor que ella.

Las cosas en Barcelona hay que decirlas por su nombre. Hemos tenido de alcalde, ella dirá alcaldesa, a una persona con un bagaje profesional escaso. Su mayor éxito fue convertirse en abeja maya de las calles, y sabotear, desde el interior, la plataforma de desahucios en sus ataques de ego personal más superior que la baja autoestima que procesa. Cualquier entidad pública o privada, tiene un problema cuando es dirigida por gente con cero experiencia y con una autoestima muy baja.

Todo esto tira por la borda el esfuerzo de muchos barceloneses. La que hace unos años era la gran capital europea se ha convertido ahora en el gran núcleo de la ilegalidad y la delincuencia. Una ciudad insegura, una ciudad oscura, una ciudad donde hemos pasado del orgullo a la vergüenza. Mientras sus gestores no sólo han cobrado el mayor sueldo de su vida, sino que además les ha servido como lanzadera para quedarse a vivir de lo público. Triste cuando el desastre de la gestión del dinero público se compensa con más sueldo y más cargos. En una empresa esos señores hubieran sido despedidos hace años por simple incompetencia y seguramente perseguidos por el mal uso de los fondos disponibles.

En una época donde las ciudades deben aportar una vida propia en el estatus europeo hemos perdido el tren no sólo del turismo sino también de la competitividad. Precios disparados, desahucios que no paran, violencia en las calles, gestión nefasta. Todo achacable a seguramente alguien que ya podemos decir con frialdad ha sido el peor alcalde de Barcelona de la historia. Y tener ese titulo con una historia de siglos era muy complicado.