Estimada Sra. Ada Colau. He leído en Metrópoli Abierta el extracto de unas declaraciones suyas en las que defiende la instalación de los bloques de hormigón en la calzada, y que como Auditor de Seguridad Viaria me vi obligado a denunciar. 

En primer lugar su actitud me recuerda a aquellas películas de la II Guerra mundial, donde los soldados espías se ponían los uniformes del ejército enemigo para infiltrarse en sus filas, y en este caso usted, una política, no se debe poner el traje de técnico, sin poseer los estudios que capacitan para ello, porque la van a descubrir. 

El decir que los bloques situados en las calzadas, por la que circulan los vehículos ayudan a reducir la velocidad y a pacificar las calles, no entrañan peligro para la circulación de los vehículos lo deberían defender sus técnicos municipales competentes en la materia. Pero a mí me da la impresión de que no lo hacen por deontología profesional, y porque saben que en caso de producirse un accidente con víctimas, por impacto de un vehículo con los susodichos bloques, les podrían acarrear responsabilidades penales por sus declaraciones. Esto lo debería de tener en cuenta usted antes de manifestarse en público. 

Con respecto a su afirmación de que la colocación de los citados bloques de hormigón en la calzada están ayudando a reducir la velocidad de circulación de los vehículos, he de indicarla de que esta actuación no se encuentra recogida en ningún manual técnico como medida adecuada y correcta para reducir la velocidad. Por el contrario yo le podría indicar un mínimo de tres medidas efectivas y comprobadas fehacientemente. Como son la colocación de radares de control de velocidad (cinemómetros) y su anuncio previo, colocación de reductores de velocidad según Instrucción técnica al respecto, reducción del ancho de carril por debajo de los 3,50 metros. 

Le reitero que esta carta se la dirijo con el máximo respeto y admiración, deseando que recapacite para que no se pueda aplicar en su caso la frase del castellano antiguo que decía “sostenella y no enmendalla (sostenerlo y no enmendarlo)”, que como bien sabe definía el concepto del honor de los antiguos hidalgos, que una vez habían desenvainado la espada por algún agravio, aunque se hubieran equivocado, no tenían más remedio que sostenerla y utilizarla hasta el final so pena de quedar en entredicho. Afortunadamente Sra. Colau en este siglo XXI que vivimos no vamos por la calle con espada en ristre.