Hace un par de semanas tuve que salir de Barcelona en automóvil por trabajo. No tuve otro remedio; no había ninguna otra combinación de transporte público posible para recorrer veinte kilómetros en menos de dos horas y media. La semana pasada, el mismo día de la semana, a la misma hora, exactamente por la misma ruta, mi consumo de combustible se incrementó más de un 25% por las calles de Barcelona, y tardé media hora más en dejar la ciudad atrás. Por último, esta misma semana me enfrenté a la misma ruta, a la misma hora, etcétera, y ni les cuento.

La explicación de lo ocurrido estas tres semanas parece simple. La segunda semana quitaron un par de carriles en la calle Aragó para hacer un carril-bici; la tercera semana, ésta, han cortado la Diagonal entre Cerdeña y el monumento a Jacint Verdaguer y han suprimido un carril en la Gran Vía, a la misma altura.

Quede constancia que, de entrada, un experimento con una muestra de n=1 puede dar algunas pistas, pero es muy poco significativo. Lo que a simple vista resulta evidente, sin embargo, es que el tráfico por la calle Aragó y las calles paralelas por encima y por debajo de la zona donde se ha cortado la Diagonal se ha enredado de mala manera. Bueno, era cosa prevista.

Resulta que tienen que ampliar un colector en ese tramo de la Diagonal, una de esas infraestructuras invisibles, pero imprescindibles de toda gran ciudad. Tienen que hacerlo antes de conseguir que el tranvía llegue hasta Verdaguer, cosa que celebraríamos mucho. Quien suscribe es amante de los tranvías y ojalá el tranvía atraviese pronto la Diagonal y se extiendan las líneas de tranvía, cual telaraña, por toda el área metropolitana de Barcelona, supliendo las evidentes y notorias carencias de los ferrocarriles de cercanías y otros medios de transporte público intermunicipales y metropolitanos. Soñar es gratis.

Era una obra necesaria y prevista, y por eso uno frunce el ceño y piensa: Si estaba prevista, ¿por qué el Ayuntamiento se puso a hacer guerrilla urbanística y comenzó a suprimir carriles en las calles donde iban a ser más necesarios? En Consell de Cent, por ejemplo. Da la impresión de que el pintor de calles va por un lado y quien organiza las obras por el otro.

El asunto se pone serio cuando la epidemia ha tensado al máximo el tráfico rodado en la ciudad. La gente desconfía, con razón, de las aglomeraciones en los transportes públicos, por lo general poco ventilados, y se siente obligada a ir en vehículos privados. El tráfico ha aumentado mucho más que la actividad económica y pasará mucho tiempo hasta que la gente vuelva al transporte público como antes. Un transporte público, por cierto, que no tiene más oferta que ésta, la que hoy circula. Ya no tiene más autobuses ni metros ni tranvías ni nada que ofrecer, y siguen produciéndose congestiones en los vagones y estaciones de metro, en los autobuses, etcétera.

Nos encanta criticar y discutir, pero el automóvil es un problema. Ocupa mucho espacio y es el responsable de problemas de contaminación y de emisiones de efecto invernadero. La lucha contra el cambio climático nos obligará a cambiar la manera de concebir la ciudad y el transporte urbano e interurbano y el automóvil eléctrico será un parche, no una solución. Esto que digo está más allá de un discurso de izquierdas o de derechas, esto es así.

Ahora bien, me da en la nariz que el Ayuntamiento ha emprendido cosas chachis en vez de actuar con criterio, que le puede más llamar la atención que pensar de manera racional. El ejemplo del follón causado por las obras del colector de la Diagonal previstas desde hacía mucho tiempo, que coinciden con la supresión de tantos carriles de circulación en los alrededores, sólo se explica por unas incomprensibles ganas de liarla o por una falta de comunicación y acuerdo entre departamentos municipales. Cualquiera de las dos opciones es preocupante.

Por supuesto, una actuación conjunta de todo el ámbito metropolitano a favor de una racionalización y extensión del transporte público y de un futuro de movilidad sostenible no la veo yo, y la acción de la Generalitat para facilitarla ni está ni se espera. No vamos bien.