Todo el mundo parece tener la impresión de que, últimamente, en Barcelona, se nos ha desmandado la chusma: crímenes, apuñalamientos, palizas, manteros que se rebotan con la policía…Todo el mundo menos Janet Sanz, quien asegura que no ve por ninguna parte el incremento de la delincuencia y que a ella y sus amigos les preocupa más el calentamiento global, consiguiendo de esta manera que más de veinte asociaciones de vecinos le hayan pedido la dimisión. No creo que se produzca, pues la especialidad del comando Colau es una mezcla de ineptitud y arrogancia que, en el caso de Sanz, se completa con una habilidad admirable para practicar lo de “usted pregúnteme lo que quiera, que yo le contestaré lo que me dé la gana”. Cada vez que la he visto por la tele atendiendo a la prensa, se salía por la tangente constantemente, aprovechando, de paso, para colar algún mantra solidario y sostenible, que nunca está de más.

No hay ciudad sin chusma, pero llevamos cinco muertos en las últimas semanas, cosa que hasta Janet Sanz puede reconocer que no era lo normal hasta ahora, pues ya nos apañábamos con un navajazo de vez en cuando, alguna violación grupal y algún mantero que se llevaba un sopapo policial por pasarse de listo. Cinco muertos me parecen un número exagerado para una ciudad como la nuestra. No sé si se debe al calor estival o a que la chusma anda muy suelta y desinhibida, pero crece la impresión general de que aquí hay que hacer algo. Sin llegar a los extremos del ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, Albert Batlle intenta hacer algo después de que los comunes se quitaran de encima el muerto de la seguridad local porque les parecía un tema menor o poco adecuado para ellos. No lo tiene fácil: cada día, algún solidario de boquilla la toma con él porque ve una filmación de cinco polis deteniendo a un mantero (abuso de fuerza, claro, no se contempla la posibilidad de que el mantero ofreciese una resistencia numantina) o porque, directamente, lo considera un represor nato que disfruta deteniendo a gente o apaleando a carteristas del metro.

Los comunes siempre han pensado que el orden público era cosa de la derecha y que ellos podían solucionar todos los problemas relacionados con la actividad criminal a base de didácticas conversaciones con la chusma. Error. La chusma no atiende a razones. Es como intentar convencer a las cucarachas de tu apartamento de que se queden en la cocina y no acedan al salón. Pero para solucionar un problema, primero es necesario reconocer su existencia, algo que la señora Sanz no parece muy dispuesta a hacer. Si te quejas de que te acaban de robar el reloj o de que te has encontrado un cadáver junto al contenedor de basura, te dirá que se están derritiendo los casquetes polares o que Venecia se va a hundir antes de diez años. Se ha propuesto no enterarse de nada y lo está logrando. Puede, incluso, que ni se haya enterado de que unas asociaciones de vecinos reclaman su dimisión. Y si se entera, dirá que en esas asociaciones abundan los votantes de Vox y demás gentuza. La verdad es que ir así por la vida debe ser estupendo y da mucha envidia: a fin de cuentas, la lucidez nunca ha hecho feliz a nadie.