Ada Colau ha tenido lo más parecido en su carrera a una semana horribilis. Primero, la justicia le dice que deje de incordiar a Agbar y se meta las brillantes ideas de Eloi Badia, su lumbrera de referencia, por donde le quepan. La cruzada personal de Badia y Colau contra la empresa que gestiona las aguas de Barcelona -parece que razonablemente bien- empieza a parecer una obsesión cimentada en no se sabe muy bien qué. Dice Ada que acatará la sentencia (de momento), pero se cisca en los jueces y amenaza con seguir adelante con sus planes para la desintegración de Agbar, pues cuando a ella se le mete una idea en la cabeza, no la suelta.

Después del varapalo judicial llegó el supuesto final de la pugna por la ampliación de las instalaciones del MACBA. Como era de prever, han ganado los vecinos y la capilla otorgada al museo años ha se convertirá en el ansiado CAP. Yo creo que, si dependiera de Colau, los patinadores de la plaza del MACBA tendrían libre acceso a las bonitas rampas del museo y los visitantes deberían esquivarlos para poder ver el material expuesto. Aún no hemos llegado a eso, pero no lo descartemos. De momento, el vecindario del Raval, envalentonado, se opone hasta a que se construya un edificio nuevo en el que el museo pueda mostrar su material, lo cual ya raya en el acoso. Que yo sepa, el MACBA no prohíbe la entrada a los vecinos del barrio, pero como si lo hiciera, a tenor de la hostilidad que muestran éstos ante el museo: es como si el arte contemporáneo fuese, junto al cambio climático, uno de los principales problemas de la humanidad. No hay como tener una demagoga en el ayuntamiento para salirte con la tuya.

UN ANUNCIO MÁS POLÉMICO

Cuando parecía que Colau se había quedado sin gente a la que cabrear, salió el spot municipal contra la violencia de género, en el que dos adolescentes machistas hacen comentarios rijosos sobre una compañera del instituto (en español) hasta que les riñe un camarada concienciado sobre los derechos de la mujer (en catalán). Esta metedura de pata se la podría haber ahorrado nuestra alcaldesa, pues hacer hablar en castellano a los machistas y en catalán al muchacho guay tiene una lectura racista inevitable, propia de una campaña de la CUP, no de un ayuntamiento supuestamente progresista. Si esto se ha hecho por mera estupidez, mal; y si se ha hecho con toda la intención, peor. Colau ya debería haber aprendido a estas alturas que los indepes la consideran una españolaza de mierda y que todo lo que haga para agradarles es perder el tiempo. A no ser que realmente piense que los catalanoparlantes son mejores seres humanos que los que se expresan en castellano, lo que tampoco hay que descartar del todo.

En cualquier caso, meter la pata tres veces seguidas en cuestión de días no es un récord fácil de alcanzar. La mezcla de populismo acuático, desprecio ignorante del arte y la cultura y racismo soterrado resulta explosiva. Una cosa es considerar a Ada Colau lo que es, un mal menor, y otra tener que aguantar todas sus cacicadas seudo progresistas desde esa casa de los líos en que ha convertido el Ayuntamiento de Barcelona.