Barcelona será capital cultural y científica. Eso decidieron en comandita Ada Colau, alcaldesa de la ciudad, y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español. Es un propósito espléndido al que convendrá ayudar en lo que se pueda. Pero habrá que ver si cuaja. Ser un centro de producción cultural no se logra por decreto. Para que los creadores se sientan atraídos hace falta un caldo de cultivo que debe estar formado por los creadores locales (los oriundos y los que hubieran decidido ya instalarse en la ciudad) y un ambiente social y político propicio para la acogida y la creación. Ninguna de las dos cosas se dan hoy en Barcelona.

En las primeras décadas del siglo pasado coincidieron dos movimientos muy potentes: el modernismo, ya en su tramo final, y el inicio de las primeras vanguardias. El modernismo no fue, contra lo que dicen los historiadores localistas, un movimiento exclusivo de Cataluña. Se dio en el resto de España (Valle Inclán, Rubén Darío), y también en otros puntos de occidente, aunque con nombres diferentes. Así, en Francia se llamaba Art Nouveau, pero en Austria fue conocido como la Sezession, mientras que en Alemania lo llamaban Jugendstil y en los países de habla inglesa se lo denominó Modern Style. En cualquier caso, la herencia de Domènec i Muntaner, Gaudí y Casas, entre otros, enlazó con las aportaciones de los Miró, Dalí y Picasso, dando continuidad a una capitalidad cultural sin membrete oficial.

En los años sesenta y setenta, y casi a contracorriente de la dictadura que imponía una censura férrea, llegaron a Barcelona muchos de los autores del boom, con García Márquez y Vargas Llosa como figuras más destacadas, pero no las únicas. Y lo hicieron atraídos por los aires de libertad y por la vivacidad de editoriales como Seix Barral y Ariel o las nacientes Anagrama y Tusquets, y también por la actividad de figuras de otros ámbitos culturales: los arquitectos Bohigas, Tusquets, Solà Morales; los pintores que prolongaban el movimiento Dau al Set, poetas como Brossa o Foix o Gil de Biedma. También la actividad teatral de diversos grupos y figuras, por citar sólo una, Ricard Salvat. Sin olvidar el impulso que supuso la actividad de una mujer impresionante: Carmen Balcells.

No hicieron falta subvenciones para que floreciera la creación. Hoy, la ciudad muestra otra cara. La arquitectura no ha dado apenas nada desde los tiempos de Clos y Hereu. Los museos son los mismos y con escasas novedades. El CCCB se recupera lentamente del marasmo en que lo sumió Marçal Sintes. El escultor más promocionado es Josep Maria Subirachs cuyas piezas en la Sagrada Familia parecen inspiradas en la serie de dibujos animados Mazinger Z. La producción televisiva ha emigrado a Madrid, igual que la cinematográfica. Muchos de los escritores locales lo son por la vía del dinero público que subvenciona la redacción de textos en catalán y su edición e incluso traducción, siempre que se ajusten a los cánones amarillistas progubernamentales. A los otros se les mira de reojo, cuando no se les recomienda directamente que busquen otros horizontes. Manuel de Seabra (Lisboa, 1932-Barcelona, 2017) se convirtió al catalanismo por convicción. No puede decirse lo mismo de algunos paniaguados actuales.

Picassos, desde luego, no hay en estos momentos ninguno en Barcelona. Más bien al contrario: la ciudad se ha convertido en la capital de los pintamonas: gente sin el menor sentido artístico pero armada de un spray de pintura y dispuesta a embadurnar media ciudad. Un paseo permite ver que han pintarrajeado las puertas de los comercios, las paredes de los edificios, incluso los suelos y las barandillas (por ejemplo, del paseo marítimo), los vagones de trenes y metros, el mobiliario urbano. Nada que ver con el arte. Se trata de una actuación incívica]] que deja una visión de una ciudad sucia, enguarrada. Pidiendo a gritos agua y jabón.

Lo lamentable no es que haya más de un zoquete spray en mano. Eso es muy difícilmente evitable. Lo grave es la pasividad con la que las autoridades permiten estas gamberradas hechas, eso sí, en nombre de la libertad de expresión.