Barcelona también exige soluciones a la emergencia climática. El viernes, miles de ciudadanos expresaron su malestar y pidieron políticas atrevidas en una manifestación multitudinaria y transversal. En la capital catalana, 350 personas fallecieron en 2018 a causa de la contaminación y el Ayuntamiento ha endurecido su presión a los vehículos motorizados. Más allá de las medidas disuasorias, el mejor remedio es un transporte público eficaz.

El gobierno que lidera Ada Colau suspende en seguridad y vivienda, pero también en movilidad. Hoy, en Barcelona conviven (es un decir) coches, camionetas, autobuses, motos, bicicletas y patinetes, entre otros vehículos, en la vía pública. La siniestralidad sigue siendo muy alta. A principios de septiembre, Barcelona ya había registrado 14 muertes en accidentes de tráfico, casi todos motoristas y peatones, y el Eixample es el distrito más peligroso de España.

El metro sigue siendo el transporte preferido de los barceloneses. A la espera de que terminen las obras de las líneas 9 y 10 (el cuento de nunca acabar), los ciudadanos están hartos de tantos robos en el suburbano. Los delitos se multiplican y los fines de semana se viven escenas dantescas a medida que pasan las horas.

¿A quién no le han robado alguna vez la cartera en el metro? ¿O le han abierto el bolso y le han sustraído el móvil? ¿O le ha desaparecido el móvil de la mochila? Grupos organizados operan día tras día en el metro de Barcelona para desesperación de muchos usuarios, que en los últimos meses también han padecido varias huelgas: ya sea por las condiciones laborables de los trabajadores o por la crisis del amianto, que no es poca cosa.

Con Mercedes Vidal en la presidencia, TMB fue un desastre. La elección de Rosa Alarcón (PSC) comportará algunos cambios. Algunos, necesarios y casi, casi incuestionables. El más sonado será la destitución de Enric Cañas como consejero delegado, un ejecutivo de perfil bajo con demasiadas atribuciones que despreció a sus trabajadores desde el primer día. Tras fracasar en Aragón, la gestión de Cañas como máximo ejecutivo de TMB no ha podido ser más errática. Nunca la empresa municipal había estado tan desacreditada.

TMB debe enderezar el rumbo. Barcelona necesita un transporte público moderno y eficaz que cubra las necesidades de sus habitantes. Cuanto más y mejor invirtamos en él, más eficaz será la lucha contra la contaminación y los barceloneses tendremos una mejor calidad de vida.