Eloi Badia, el concejal más dogmático de Ada Colau, persiste en su campaña a favor de la creación de una funeraria pública. Derrotada su propuesta en la esfera política, Badia opta ahora por la táctica de la intimidación con tuits incendiarios contra Jaume Collboni, el líder del PSC, por su oposición a un esperpéntico proyecto, reactivado con fines electoralistas y silenciando que el Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, tiene el 15% de Serveis Funeraris de Barcelona y, año tras año, aprueba sus tarifas.

El concejal de Presidencia, Agua y Energía se esconde en medias verdades para dinamitar el modelo actual. Su versión es sesgada y no es casual que haya puesto al PSC, y no al PDeCAT, en el punto de mira. En las municipales del 26 de mayo, socialistas y comuns se repartirán los apoyos progresistas. Con amplios sectores de la sociedad civil descontentos, Colau intenta frenar un trasvase de votos y sus malas praxis ya surtieron efecto en su campaña para remunicipalizar el servicio del agua, el segundo mejor valorado por los barceloneses.

Sorprende, o tal vez no, que el errático ideólogo de Colau sea el número 9 de la lista de los comuns para las municipales, con el consiguiente riesgo de que Badia no salga elegido. Queda claro que el concejal de Presidencia no es una figura mediática ni una persona respetada por los principales agentes económicos de la ciudad.

En la actual encrucijada, Badia insiste en su burda campaña de acoso y derribo contra el PSC, pero silencia que el Ayuntamiento tiene el monopolio de la cremación y que Cementiris de Barcelona, de propiedad municipal, obtiene grandes beneficios por las incineraciones.

Las lecciones de moralidad de Badia saltan por los aires con su gestión del hundimiento de 144 nichos en el cementerio de Montjuïc, el 15 de septiembre de 2017 que soliviantó a las familias afectadas por su desprecio y falta de sensibilidad. El derrumbe constató la falta de mantenimiento de las instalaciones de Cementiris de Barcelona, que acumula grandes beneficios en la última década. Ni Badia, el presidente, ni Jordi Valmaña, el director general, han asumido responsabilidad alguna. Y Colau, la locuaz alcaldesa de Barcelona, ni tan siquiera lamentó el accidente a través de Twitter, la herramienta favorita de Badia para amedrentar al PSC.