Un “senyor de Barsalona” radicado en Madrid. Un miembro del PSOE, que no del PSC. El azote del independentismo —y ahora flamante Ministro de Asuntos Exteriores del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez— tendrá que aplicarse mucho durante los próximos meses. Experiencia no le falta. De hecho, es un especialista en nadar y guardar la ropa. Sus escarceos con la entidad españolista Societat Civil Catalana (SCC) volvieron a revalorizar el jacobinismo que tan bien representa. Recuperen el encendido discurso del pasado 8 de octubre durante la manifestación organizada por SCC en Barcelona. No obstante, hay algunas manchas en su currículum que, casualmente, están pasando inadvertidas en la mayoría de medios de comunicación.

Como buen jacobino, entendió muy pronto los resortes del Estado. Su relación con el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación no es nueva. Así, su ex mujer, la francesa Carolina Mayeur Dawel, trabajó en el ministerio como consejera técnica. Su hijo, Joan Borrell Mayeur, es cónsul general de España en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Algo que no le gusta nada que se recuerde. Su actual pareja y presidenta del PSOE, Cristina Narbona, fue embajadora en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), puesto que ocupa en la actualidad José Ignacio Wert y en cuyo organismo también trabaja su mujer Montserrat Gomendio.

Por cierto, ¿saben quién formó parte de la misma promoción que el hijo de Borrell en las pruebas que le permitieron entrar en la Carrera Diplomática? Ernest Urtasun, eurodiputado por Izquierda Plural y a la espera de un posible pacto PSOE-Podemos que le permita hacerse con la cartera de Exteriores. De momento, tendrá que esperar.

Pero, volviendo a Borrell padre, conviene recordar su paso por la multinacional andaluza Abengoa entre los años 2009 y 2016. Su remuneración anual rondaba los 300.000 euros. Cargo que ocupó en paralelo al de presidente del Instituto Universitario Europeo con sede en Florencia, donde entró en 2010. Tuvo que dimitir. La institución no permitía percibir otros honorarios, algo que se olvidó de comunicar. Su cuñado es Luis Carlos Croissier, ex presidente del INI (Instituto Nacional de Industria) y de la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores). En la actualidad, Croissier es consejero independiente de Adolfo Domínguez y de Repsol. Su retribución anual en la petroquímica supera también los 300.000 euros anuales.

Teniendo en cuenta lo anterior vale la pena recordar que, como Ministro de Obras Públicas, Borrell afirmaría: “Que no me entere yo que volvéis a pagar ni el 3,5 % ni ningún otro porcentaje más alto de la obra, que aquí los concursos se hacen sin trampas”. Palabras que se las llevó el viento. Como las opciones de este miembro del clan de Majadahonda (localidad de la que fue edil su ex mujer) para pilotar el PSOE en 1998. Renunció frente a Joaquín Almunia, sobre todo tras el escándalo que lo relacionó con sus antiguos colaboradores Ernesto Aguiar y Josep Maria Huguet.

Era la época en la que Borrell ocupaba el cargo de secretario de Estado de Hacienda. Su relación con el entonces secretario de Estado de Economía, Miguel Ángel Fernández Ordónez, era tan tensa que ni se hablaban. Y, respecto a Almunia, está ahora al frente del CEPS (Centro Europeo de Estudios Políticos), un lobby formado por las multinacionales Bayer, Google, Repsol y ExxonMobil, entre otras.

El futuro político de Borrell se truncó, pues, por la inversión de un millón de pesetas que hizo su mujer en un tinglado financiero llamado Club de Inversores, montado por Huguet (máximo responsable de Hacienda en Cataluña). Además de por la aparición de un apartamento en la localidad pirenaica de Taüll, que el ex ministro adquirió mientras sus colaboradores hacían lo propio. Parece ser que detrás de toda esta operación para acabar con Borrell se encontraba ni más ni menos que Narcís Serra (quien, a día de hoy, sigue imputado por “operaciones inmobiliarias sospechosas” en el caso Catalunya Caixa).

El periodista Jesús Cacho resumió muy bien el quehacer de estos colaboradores de Borrell en su libro “El negocio de la libertad” (Foca): “Una de las cosas más asombrosas que este par de pájaros se atrevió a declarar es que ordenaron al abogado Folchi [quien acabó en la cárcel por el caso KIO] llevar sus dineros a Suiza, y los de sus padres, y los de sus hermanos, y los de sus amigos más cercanos, «¡para que no tuvieran que declararlo a Hacienda!»”.

Unos cuentos y unas cuentas que darían para otro libro si este hijo de panadero de la Pobla de Segur (Lleida) encontrase un hueco en la agenda. Visto lo anterior, Borrell no parece la mejor elección para el nuevo Gobierno. O sí, puesto que todo lo que han leído anteriormente se obviará en la mayoría de medios de comunicación. Lamentablemente, pueden más sus acérrimos ataques contra el independentismo que las manchas en su currículum. El periodismo de trincheras va ganando terreno por momentos. Y, respecto a la política, eso de ventilar la colada y desinfectar a los cargos con mácula tampoco parece que tenga visos de imponerse. Por lo menos, a tenor de los últimos nombramientos. Pueden más los compromisos (y las mochilas) de épocas pasadas que un buen y esclarecedor centrifugado.