Duro artículo hemos leído estos días de Antonio Balmón, el alcalde de Cornellà y hombre fuerte de los socialistas catalanes en el Área Metropolitana. Una afirmación contundente dejaba el texto publicado en La Vanguardia: “El desbarajuste dura ya demasiado en Catalunya y seguro que alguien podrá hacerlo mejor para recuperar cohesión y confianza”. Sin lugar a duda, el líder del PSC ponía a su partido en la “pole position” de salida electoral. De esas elecciones, que si no se tuercen, o las tuercen, se celebrarán el 14 de febrero. Nos decía clarito que los socialistas catalanes quieren dar un vuelco en el Govern, en la gestión del Govern, que en esto podemos estar de acuerdo ha sido caótica y manifiestamente mejorable. “Insisto, esta reflexión no consiste en criticar a fuerzas políticas, esta reflexión crítica es fruto de la preocupación”, apuntaba el alcalde de Cornellà para rematar: “Catalunya necesita una nueva propuesta, con un amplio abanico de soluciones”.

Sin embargo, por la boca muere el pez. Los socialistas catalanes no han tenido una política propia y arriesgada en estos últimos años. Sí en los municipios, dónde no cabe duda que han liderado cambios y se han adaptado a las nuevas realidades. Pero tienen dos asignaturas pendientes. Ninguna de ellas baladí. Barcelona y el Área Metropolitana. Los socialistas gobiernan en coalición en Barcelona y también en el Área Metropolitana. En Barcelona, son la muleta necesaria para Colau, que viendo el fiasco que se avecina en los comunes en las autonómicas rebobina con rapidez e insinúa su nueva candidatura para 2023. No tienen la mayoría, no pueden imponer sus tesis, pero mal que bien Jaume Collboni se abre paso. Le costó dar un puñetazo sobre la mesa, pero al final lo dio y mantiene su posición. Es el enlace con el mundo empresarial y el único freno a unos comunes que viven en su burbuja y lejos de la realidad.

En el Área Metropolitana, las tornas son a la inversa. Los socialistas podrían imponer políticas porque tienen una amplia mayoría. Casi la absoluta. No lo hacen. Balmón ha optado por mantenerse en un discreto segundo plano, a la sombra de la presidenta-alcaldesa, y dejando hacer a los comunes que tienen en Eloi Badia a su representante más activo disfrazado de cruzado contra todo aquello que no le baila el agua. Los socialistas no registran su impronta en el ente metropolitana. No lo hicieron en la pasada legislatura porque no podían, repetían esto hasta la saciedad, y no lo hacen en esta en mor de la unidad que personifica el pacto de gobierno metropolitana donde solo quedan fuera Ciudadanos y Populares. Mucha unidad, pero poca gestión, se podría concluir.

Por eso, sorprende el artículo de Balmón. Cierto que el gobierno catalán y los partidos que lo forman han fracasado estrepitosamente. Es lícito que el PSC se presente como alternativa, pero lo hace con pies de barro. Dónde está la gestión, dónde están las iniciativas, dónde están las políticas innovadoras, dónde están las llaves ya me atrevo a preguntar. Los socialistas pueden, y deben, ser los abanderados del cambio en Cataluña, pero deben presentar sus credenciales. Lo pueden hacer porque de la mano del PSC se han producido grandes cambios en el país y en los ayuntamientos, pero Balmón no puede presentarse como adalid del cambio cuando es más de lo mismo, cuando no puede presentar una hoja de servicios razonable en la gestión del Área Metropolitana. Quizás si puede presentar una gestión formal, de esas que cuadran ingresos y gastos, pero no una gestión política, tan necesaria en estos momentos de naufragio social y económico. Ya saben, por la boca muere el pez, o si prefieren consejos doy, pero para mi no tengo. Elijan.