La izquierda vive desorientada. De hecho, todo el arco ideológico experimenta una gran transformación. Se han perdido las referencias y aparecen otras motivaciones, producto también de un impacto distinto de los medios de comunicación y de la enorme influencia de las redes sociales. Son las cuestiones identitarias las que se han impuesto, los llamados “empoderamientos” de colectivos muy distintos que irrumpen en la disputa política. Y la izquierda ha abrazado ese fenómeno, porque no ha sabido o no ha querido presentar alternativas al centro-derecha-liberal en el campo socio-económico.

La fuerza política que representa esa tendencia en Barcelona es el partido de Ada Colau, los comunes, que ha visto que la movilización de un sector social, aunque no sea el más numeroso, le puede mantener en el poder. Son los ‘Bobos’, el movimiento local que se etiquetó en Francia, y que alude a los burgueses bohemios, los que se apuntan a todo lo que suene a progresista, aunque pueda ser, en realidad, perjudicial para aquellos colectivos más frágiles, los que se supone que –nominalmente—esos Bobos dicen proteger.

Son, siguiendo la consideración que tienen en París, profesionales liberales o funcionarios, muy o ligeramente acomodados, que se definen a sí mismos como clase media-media y que forman un entramado sólido, concentrado en determinadas zonas de las grandes ciudades. En Barcelona esas clases medias se ubican en distritos como el Eixample, --la Esquerra y la Nova Esquerra del Eixample--, o Gràcia. También en Ciutat Vella, algunos barrios ‘fashion’ de Sant Martí y en zonas de Sant Andreu. Clases medias que se sienten progresistas y que abrazan lo más nuevo: apuesta por la diversidad de géneros, por el veganismo, lo intercultural, y una gran motivación que guarda relación con lo urbano. La mayoría acepta de buen grado que la alcaldesa Ada Colau restrinja el tráfico rodado, que todo pase por carriles para las bicicletas y el paseo a pie. Y que se puedan cerrar calles enteras para organizar mercados ‘medievales’ con la promoción de quesos ecológicos, hierbas medicinales y pan de verdad, de masa madre.

Esos Bobos locales tienen fuerza y ascendencia. Y en eso se basan los comunes para mantener un programa político ajeno a las críticas, aunque en los últimos meses Colau ha decidido mostrar un tono más dialogante, para no ser tildada como la alcaldesa del ‘no’. El hecho relevante a efectos de la contienda electoral es que ese público es fiel, y tiene ascendencia. En las reuniones con sus amistades no dudan en conversar sobre los temas más actuales, y defienden a los comunes por haber, --es lo que sostienen—iniciado una especie de cruzada contra todos los poderes establecidos.

En el barómetro del Ayuntamiento es cierto que la propia alcaldesa recibe valoraciones negativas de los mismos que admiten haber votado a los comunes. Pero a la hora de la verdad, y frente a otros candidatos, es la única referencia para esos Bobos, que tiran del carro y consiguen arrastrar a otros votantes.

Sin embargo, es difícil que puedan arrogarse que defienden a los más humildes. Una de las pruebas que ilustran ese desfase ideológico –y ocurre en toda Europa, especialmente en Francia, donde la falta de compromiso real de la izquierda con las clases sociales más desfavorecidas ha provocado el auge de los populismos de derecha y de extrema derecha como bien explica el geógrafo Christophe Guilluyse ha dado en la polémica sobre el festival Primavera Sound.

La alcaldesa Colau no dudó en comprometerse a que el Primavera Sound amplíe su programación a dos fines de semana para los próximos años y ha aceptado las exigencias de sus organizadores. Más prudentes han sido los socialistas, que tienen en cuenta algo esencial: hay vecinos, hay ciudadanos que sufren las externalidades negativas de festivales de ese tipo. Y esos vecinos, los que rodean el Fòrum –el emplazamiento del Primavera Sound—no son exactamente los Bobos de la Nova Esquerra de l’Eixample, de los que pasean los sábados por la mañana en los mercados de la calle Consell de Cent.

¿Qué implica eso? Los vecinos del Besòs no son el target de los comunes. ¿Hay que gobernar para todos? Ya no, eso pasó a la historia. Hay que gobernar para los fieles, para los que pueden permitir la reelección en el cargo, sin pensar en la posibilidad de ampliar los espacios electorales.

Por eso, la importancia de los Bobos es muy notable, nada despreciable. Y los comunes, y, especialmente Ada Colau, lo sabe.