Para desespero del doctor Watson, cada vez que el señor Holmes se aburría o sufría un ataque de melancolía acudía a una disolución de cocaína al siete por ciento, que se inyectaba en vena. Por eso, Nicholas Meyer publicó en 1974 la novela «The Seven-Per-Cent Solution: Being a Reprint from the Reminiscences of John H. Watson, M.D.», que luego pasó al cine y se tradujo, en España, como «Elemental, Dr. Freud». Narra la desintoxicación del genial detective gracias a la colaboración de otro cocainómano notable y famoso, Sigmund Freud. Les recomiendo la película; el libro no lo he leído y no sabría decirles.

Pero una cosa es la ficción y otra, la realidad. La cocaína, como el alcohol y tantas otras drogas, abren las puertas que dan a un abismo tan atrayente como espantoso. El consumo de drogas y alcohol es, sin duda, un problema de primera magnitud tanto para la víctima como para el conjunto de la sociedad. Por eso es preocupante que Barcelona haya salido «campeona» en un estudio muy serio sobre el consumo de cocaína en Europa.

El estudio se publicó en la revista «Addiction» y pueden verse los resultados en este enlace (https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/add.14767). Colaboró el CSIC español, que publicó esta nota de prensa (https://www.csic.es/es/actualidad-del-csic/un-macroestudio-monitoriza-el-consumo-de-drogas-en-37-paises-traves-de-las-aguas). Por lo visto, la cocaína, el MDMA, las anfetaminas y las metanfetaminas dejan unos marcadores bioquímicos que pueden detectarse en el análisis de las aguas residuales de manera casi instantánea e inequívoca. Esto permite detectar tanto el nivel del consumo de drogas como su evolución en el tiempo y trabajar en planes de prevención y contingencia con información a tiempo real.

Este estudio en concreto analizó las aguas residuales de 120 ciudades de 37 países, entre ellas Barcelona, entre 2011 y 2017. Barcelona ocupa el primer puesto en consumo de cocaína por habitante entre todas las ciudades analizadas, puesto que lidera con diferencia. Además, el consumo se ha doblado (sic) entre 2015 y 2017 y el consumo de drogas en Barcelona dobla la media del consumo de drogas en España. Dejamos atrás a Madrid, donde el consumo de cocaína per cápita no llega al 60% del consumo medio de un barcelonés. El análisis es tan preciso que es posible comprobar cuánto se incrementa el consumo de drogas cuando se celebra el Sónar Barcelona o cuando llega el fin de semana. El 34% de toda el agua residual de la ciudad ha sido analizada durante seis años seguidos, diariamente, lo que no deja mucho margen de error.

¿Cuál ha sido la reacción de las autoridades públicas ante esta evidencia? Ni se ha visto ni esperamos ver a la consejera de Salud, la señora Vergés, tratando sobre este asunto. Parece más preocupada ahora mismo en la «visibilización del conflicto» que en temas tan prosaicos como el creciente consumo de drogas. Aprovecho la ocasión para decir que, visto como dejaron mi barrio, la próxima vez «visibilicen en conflicto» en su puta casa, y perdonen la expresión. Sigamos.

¿Y qué han dicho en el Ayuntamiento? La señora Tarafa, concejala de Salud, presidenta de la Agencia de Salud Pública de la ciudad, regidora de Barcelona en Comú, etcétera, opina que no hay de qué preocuparse, que no hay para tanto. Reconoce un «pequeño repunte» en el consumo, aunque luego dice que «no es significativo» y le resta importancia. Sostiene que los cocainómanos podrían ser los mismos en número. Habrán «aumentado su dosis» o consumirán «cocaína más pura», de mejor calidad, supone. Eso explicaría perfectamente el «pequeño repunte». Les recuerdo que el «pequeño repunte» es que consumimos dos veces más cocaína en 2017 que en 2015, y más cocaína per cápita que todas las ciudades europeas estudiadas.

Tenemos no un problema, sino un problemón, entre manos, pero los responsables públicos de la sanidad, la educación, los servicios sociales, la policía, etcétera, todos ellos despistan y miran hacia otro lado, no sea que tengan que ponerse a trabajar. Si no es así, lo parece.

Una nota final. Correlación no implica causalidad, pero desde que el consumo de cocaína se ha incrementado en Barcelona, el «procés» ha ido a más, o viceversa, y ahí lo dejo.