Volumen no es sinónimo de riqueza; con esta premisa, se sintetiza la problemática del turismo en Barcelona.

Este fin de semana, una buena amiga me mandaba una fotografía a las 9.45 horas de la mañana, donde se veía a un turista, un hombre joven inconsciente en medio de un parque de la Vila Olímpica, tirado en el suelo, con un aspecto deplorable y lleno de inmundicia, después de la consabida juerga nocturna. Debemos recordar que a esas horas, los niños ya están deambulando por nuestra ciudad, y mal vamos si acostumbramos a nuestros jóvenes a ese tipo de imágenes.

El turismo representa aproximadamente el 15% del PIB de nuestra ciudad. Por tanto, estamos delante de uno de nuestros pilares económicos, un sector que debemos proteger y apoyar, pero no a cualquier precio.

Nadie puede poner en duda que Barcelona es una de las capitales del turismo, sin embargo, ¿qué apuesta está realizando el actual consistorio de la ciudad?

El turismo de calidad no se consolida perdiendo proyectos hoteleros como el del Four Seasons y el Hyatt, entre otros. Esto sin olvidar que Barcelona ya perdió la Agencia Europea del Medicamento, con una oferta de empleo de más de 1000 puestos de trabajo, con el prestigio y credibilidad que esa organización significaba, y que nuestra ciudad lamentablemente perdió por una cuestión de ideología, pero ahora no vamos entrar en esa cuestión. ¿Se podía Barcelona permitir la pérdida de estos proyectos?

La respuesta no puede ser otra que NO. Barcelona, no puede apostar por un proyecto turístico que no tenga en cuenta la calidad y el prestigio. Los proyectos urbanísticos y de mejora de nuestra ciudad deben tener en cuenta qué queremos ofrecer a nuestros visitantes, no sólo el número debe ser nuestra única ambición. Es más, el volumen no es sinónimo de riqueza. Y ello, porque si a nuestra ciudad llegan infinitos turistas y nuestra ciudad no está preparada para ello, necesariamente va a redundar en una pésima calidad de lo que se ofrece al turista y de los servicios de los que gozan los barceloneses.

En Barcelona, con excepción de la zona de Ciutat Vella y de los alrededores de la Sagrada Família, no se percibe el turismo como un problema, sin embargo, se puede llegar a convertir en uno. Si permitimos que determinados colectivos cercanos a la señora Colau boicoteen la idea de un turismo de calidad, como por ejemplo, los lanzamientos de bengalas al bus turístic, las pintadas REFUGES WELCOME TURIST GO HOME, convertiremos una ciudad referente mundial en la llamada al “todo vale”. ¿Qué mente descerebrada puede apoyar en su sano juicio esta idea? ¿sólo queremos que vengan los que carecen de hogar? Qué falta de respeto a todas las personas que con su esfuerzo y sacrificio trabajan para sacar sus negocios adelante.

A mi entender, en nuestra ciudad, debemos apostar por un turismo de calidad que posibilite proyectos de modernidad. Modernizar la ciudad y adaptar la misma al número de visitantes que acuden a Barcelona es algo prioritario ya que de lo contrario, por el elevado número de turistas, los servicios que la ciudad ofrece pueden verse enormemente degradados, sobre todo para los que vivimos en la ciudad, es decir, para los barceloneses, pero también para aquellos turistas que habían imaginado una ciudad limpia, segura y ordenada desde el punto de vista turístico. Que los guías turísticos de la ciudad tengan que avisar a los turistas del peligro que corren sus enseres personales cuando pasean por zonas como Rambla Catalunya o el Paseo de Gràcia no deja de significar cuan lejos estamos de la Barcelona que llevo imaginando hace tiempo.

Hay que hacer un juicio de ponderación, donde las líneas rojas están muy claras y definidas. El turismo no puede bajo ningún concepto perturbar la normal cotidianidad de los residentes en Barcelona, inadmisible resulta que permitamos violencia, escenas mórbidas y de sexo explícito a plena luz del día, que los jolgorios nocturnos y el ruido que producen alteren los espacios de descanso de los vecinos de determinados barrios. Justo equilibrio es lo que debemos buscar.

Barcelona es capaz de tomar ese reto y de dar respuesta a la gran mayoría de expectativas turísticas de cada visitante pero esto requiere una profunda reflexión y un constante trabajo, y sobre todo, capitanear un nuevo modelo innovador que se haga cargo del timón de este barco. Barcelona tiene grandes gestores de turismo, proyectos novedosos, espacios históricos únicos, una meteorología envidiable... tan solo hace falta acompañar todo este ingenio y darle forma con un equilibrado juicio que pondere la oferta turística con la calidad de vida de sus ciudadanos. Barcelona tiene que apostar por este formato si es que queremos que nuestra ciudad sea capital mundial del turismo, no por su volumen caótico y descontrolado, si no por su calidad.