Barcelona sigue siendo ese territorio irreductible que resiste al invasor. Ese lugar que combate con fuerza el virus de la división y falta de solidaridad que inocula el separatismo. Ayer pudimos constatar que Barcelona sigue siendo el dique de contención del separatismo en Cataluña. Una vez más, Barcelona no ha permitido que las opciones separatistas sean primera fuerza en nuestra ciudad.

Es cierto que es complicado extrapolar resultados de elecciones distintas. El contexto de las municipales fue muy diferente al de las elecciones del 14F, pero los resultados nos permiten valorar tendencias y nos permiten darnos cuenta del sentir mayoritario de la ciudad y de las diferencias notables entre Barcelona y el resto de ciudades catalanas.

Lo primero que hay que considerar es la escasa participación. Sin duda una variable que ha perjudicado a aquellos que sostenemos posturas no independentistas. Para estas elecciones era muy importante que todos los partidos no separatistas hicieran los deberes. Ser capaz de ilusionar al electorado y movilizarlo a las urnas en un momento como el que estamos viviendo era imprescindible para que el separatismo no se adueñara de la mayoría de votos en Cataluña. El independentismo va dopado elección tras elección. La dosis emocional con la que trabaja hace que la mayoría de sus votantes sean capaces de ir a votar aunque lluevan bolas de  fuego. Es por eso que, el discurso de que "ir a votar era inseguro" iba a afectar sin duda al bloque constitucionalista. Un espacio político que, en su conjunto, no ha hecho los deberes.

La realidad al final fue que ir a votar ha resultado ser algo tan seguro como ágil en muchos de los casos. Se hicieron los deberes en materia de seguridad. Entonces, ¿qué problema ha habido en el lado no independentista?

Es evidente que el PSC no solo ha hecho los deberes, sino que ha pasado el examen con nota. Su victoria en las elecciones de ayer es una gran noticia, y el resultado que hicieron en Barcelona demuestra que Barcelona quiere cambio. Ni los raps de Ada Colau consiguieron que los comunes hicieran un buen resultado, quedándose solo con un 6,68% del pastel y viviendo una caída de más de un punto en Barcelona ciudad. El PSC ha conseguido ilusionar a la ciudadanía. Ha ganado en Barcelona, pero todo eso es inútil si el resto de partidos no separatistas hacen que su electorado se quede en casa. Ciudadanos y Partido Popular han vivido un resultado terrible que debe hacernos pensar, y mucho, sobre el tipo de política que sufrimos en Cataluña.

La irrupción de Vox no es un tema menor. La entrada de un partido cuyo principal eje de campaña ha sido la inmigración ilegal y la lucha contra el separatismo es un problema para quienes entendemos que el populismo de derechas no es la respuesta a la complicada situación que vivimos. Hacer bandera de dos ejes tan simples con tanta vehemencia les ha permitido conseguir un resultado de más del 7% en nuestra ciudad. Estoy convencido de que la mayoría de estos votos vienen por su rechazo frontal al separatismo más que por sus posturas conservadoras, pero en cualquier caso han conseguido un resultado excepcional. Han ganado en el lado derecho del espectro político por incomparecencia del oponente. En una situación de desmovilización solo quien es capaz de ilusionar consigue electores.

Hace unos meses salieron varios estudios demoscópicos que aseguraban que los diferentes liderazgos del entorno constitucionalista no convencían. Los partidos hicieron caso omiso de lo que todos los que nos dedicábamos a analizar encuestas veíamos un día si y otro también. Todos excepto el partido socialista, que con el cambio de candidato conseguía aquel llamado “efecto Illa” que ha acabado imponiéndose en estas elecciones. Y eso que algunos se reían de este concepto. Pues aquí lo tienen. Hay partidos que hacen los deberes y trabajan bien y partidos que viven entregados a unas dinámicas partidistas que les hacen vivir siempre de espaldas a la realidad social que supuestamente representan.

Barcelona ha conseguido un resultado importantísimo. Ha constatado que el separatismo no es hegemónico en la ciudad, y que el PSC vuelve a ser el partido de esperanza para Barcelona. Ahora es tarea de todos los socialistas consolidar esta tendencia y constatar que Barcelona, es progresista, no separatista.