Llegaron al consistorio advirtiendo a los funcionarios, a los más cercanos, que a partir de entonces era conveniente que el código estilístico se rebajara. No se referían a mayor informalidad, comodidad o sobriedad en el atavío de sus colaboradores, más bien que todo signo de sensibilidad estética (harmonía visual), mínimo arreglo, creatividad o preocupación por el cuerpo y la estampa individual, colectiva o paisajística no casaba con la desidia de la formación de Colau y, por lo tanto, debía ser erradicado. Esa tan típica como nociva trampa de pretender equipar el ascetismo con la vulgaridad, la humildad con la bajeza y la naturalidad con la simpleza que algunos, sencillamente, seguimos sin aceptar. "Quieren que vistamos como pobres porque quieren que pensemos como pobres", le repetía un abuelo anarquista a su nieto (un tal Antonio Baños) mientras se enfundaba el vestido de los domingos. Porque la izquierda siempre ha vestido bien y lo demás, pseudoizquierda.

A pocos meses de los comicios municipales, parece que la mayoría de medios de comunicación y articulistas nos hemos volcado en culpabilizar a Ada Colau de todos los problemas que acontecen en el universo (léase, la capital). Y me fastidia recrearme con la alcaldesa, no porque no se lo merezca sino por falta de originalidad. Sin tenerme que ocupar de los narcopisos del Raval o los manteros; después de criticar su apariencia y cinismo con ésta, su política con los perros y su insalubre iniciativa de recogida de basura puerta a puerta estaba convencida de que ya había cumplido el cupo con el gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. Así que prometí contenerme en polemizar acerca de la desaparición de la mítica figura del 'Tío Che' de la Rambla del Poblenou...

La particular visión de la ocupación de la vía pública que está manteniendo el ayuntamiento es cada vez más ridícula, penosa y perniciosa. No sólo le estorban los muñecos que llevan 20 años formando parte del patrimonio cultural popular de la ciudad, es que ahora también le molestan las flores. Tras sancionar a la famosa floristería Navarro por tener plantas de exterior en el exterior de su establecimiento; ahora pretende cargarse uno de los rincones más mágicos y bellos de la ciudad. Se trata de aquella esquina de Córcega con Rambla Catalunya donde una pequeña pero encantadora floristería creó, gracias a una hermosa buganvilia, un pórtico natural. A la mujer que regenta el negocio le llegó una multa de 1.800€ por ocupar sin permiso el espacio público y ahora está recogiendo firmas para que no maten a la noble planta.  

En fin, lo de siempre. Pocas flores pa tanto capullo.