Pasqual Maragall lideró la gran transformación de Barcelona. La ciudad gris y acomplejada de los años 70 recuperó su orgullo en los años 80 y vivió su edad de oro con los Juegos Olímpicos de 1992. Siete años antes, el ex alcalde activó la campaña Barcelona posa’t guapa, uno de los grandes aciertos publicitarios de una metrópoli que se abrió al mar y sedujo al turismo internacional con su oferta cultural, gastronómica y deportiva.

Veintinueve años después de los Juegos Olímpicos que cambiaron la historia de Barcelona y del deporte español, la ciudad de los prodigios se ha transformado en una ciudad sucia y abandonada, demasiado crispada y con muchos negocios (comercio, restauración, hoteles…) que palidecen por culpa del coronavirus. Un simple paseo por la calle Ferran, con muchas tiendas cerradas, retrata la pesadilla de una Barcelona que necesita un plan de choque. Y una mirada menos sectaria.

La Barcelona de 2021 es una Barcelona sufridora. La inseguridad es el gran problema, según los últimos barómetros que maneja el gobierno municipal que lidera Ada Colau. Los barceloneses están hartos de tantos hurtos, robos y violencia, pero también están molestos con las políticas de movilidad y con la suciedad de sus calles. La sensación de abandono se ha multiplicado en julio y agosto. Barcelona, lamentablemente, está guarra.

Las imágenes de calles y plazas con mucha porquería son habituales en las redes sociales. En las últimas semanas los vecinos de Ciutat Vella, Sant Martí, Les Corts y Sant Andreu han denunciado plagas de cucarachas, ratas y escombros. También abundan los orines y las cacas de perro. Y las botellas rotas en algunas calles de la Barceloneta y en sus playas, a la espera de que entre en vigor el nuevo contrato de limpieza que empezará en la primavera de 2022, presupuestada en 300 millones de euros anuales.

El malestar de los vecinos se ha disparado en Sant Andreu, uno de los distritos más afines a Colau. El sistema de recogida de basura puerta a puerta solivianta a sus ciudadanos, indignados con la política de hechos consumados de Eloi Badia y Lucía Martí. Del biopijo Badia molesta su nula capacidad para dialogar y su talante altivo. También su incompetencia política, perdedor en su guerra por remunicipalizar el servicio del agua y la creación de un tanatorio público. En el currículo de Badia también consta que es el presidente de Cementiris de Barcelona, empresa municipal que está bajo sospecha desde que el 15 de septiembre de 2017 se hundieron 144 nichos en Montjuïc.