El último pleno municipal aprobó la integración de Barcelona en la Red de Ciudades Machadianas. Se trata de una asociación de la que forman parte ya Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Madrid, Collioure y Rocafort (Valencia), localidades en las que vivió Antonio Machado. En Barcelona pasó el poeta sus meses finales, antes de cruzar la frontera para morir en Collioure. La petición fue presentada en marzo de 2019 por Carlos Jiménez Villarejo y otros miembros del colectivo Juan de Mairena. Se ha tardado un año, pero al final, ha salido.

Juan de Mairena es un personaje de Machado que figuraba ser profesor de gimnasia. Fuera de horario lectivo, daba clases de retórica y reflexionaba sobre el uso y el abuso del lenguaje. Clases voluntarias, sin suspensos ni aprobados. Por el placer del conocimiento. Es casi una ironía que Barcelona haya aprobado este reconocimiento a Machado cuando las escuelas están cerradas y se vive la polémica sobre qué hacer con los exámenes.

Este curso la demanda de escuela pública en Barcelona había subido y, en vez de ampliar los colegios, se aumentó el número de alumnos por aula. El 51% de estudiantes de la ciudad va a centros públicos, un porcentaje en descenso durante años, debido a la política de la Generalitat: apoyo constante a la escuela concertada y eclesial. Sin que cambiaran cuando Ernest Maragall, hoy jefe de la oposición municipal, fue consejero de Educación en el tripartito.

La ministra Isabel Celaá, que sí es partidaria de la escuela pública, defiende en cambio un aprobado general, sin llamarlo así. La secundan no pocos consejeros de educación, incluido el catalán, Josep Bargalló. Aducen que el cierre de las aulas afecta más los pobres, que carecen de medios para el estudio. Para solventarlo no es necesario recuperar las clases perdidas, basta con aprobar al personal.

Detrás de la defensa del aprobado general se esconde la creencia de que la función principal de la educación no es impartir conocimiento sino facilitar títulos. Al alumno le perjudica el suspenso, no la falta de saber. ¡Toda una declaración de principios! Y vale la pena resaltar que los hijos de los ricos, aunque no sepan nada, encuentran trabajo más fácilmente que los de los pobres, cuya única salida es el mérito. Y no siempre

Para entender lo que está pasando quizás valga la pena acudir a Mairena (como él acudía a su maestro, Abel Martín, para explicar su propio presente): “En el campo de la acción política, el más superficial y aparente, sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”. Convencer a alguien que el aprobado es lo que importa, es hacerle un flaco favor. Lo creerá, claro. También lo vió Mairena: “Lo corriente en el hombre es la tendencia a creer verdadero cuanto le reporta alguna utilidad. Por eso hay tantos hombres capaces de comulgar con ruedas de molino”. O de defender los aprobados generales. Si bien se mira es “una pepinada”, que decía el mismo Mairena evocando uno de sus versos: “Quién fuera diamante puro, dijo un pepino maduro”.

Hace algunos años, cuando en Barcelona había menos institutos de enseñanza media que hoy universidades, muchos jóvenes de familias obreras se empeñaban (como los alumnos de Mairena) en aprender. Estudiaban como podían y a final de curso se examinaban “por libre” en un centro público. Es decir: de todas las asignaturas con el programa completo. Que alguien hubiera entregado el examen en blanco aduciendo el coronavirus hubiera parecido, en el mejor de los casos, una frivolidad.

Algunos de los políticos actuales hubieran debido acudir a las clases de Mairena para escuchar sus reflexiones. Por ejemplo: “Nuestros políticos llamados de izquierda, un tanto frívolos -digámoslo de pasada- rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro”. Vaciar de contenido la educación es el camino más corto para hacer votantes de Vox o de sus correlatos nacionalistas catalanes.