La última novela de Javier Cercas, Independencia, está ambientada en Barcelona. El protagonista es el mismo de la obra anterior, Terra alta, y la peripecia (sin reventar el final) es la investigación que realiza una división de los Mossos sobre un chantaje a la alcaldesa de Barcelona, que la enfrenta a la dimisión. Una alcaldesa que no es, ni por asomo, Ada Colau. Pero la Barcelona que describe Cercas sí es la Barcelona actual. Quizás eso es lo que más llama la atención: se trata de una novela negra en una ciudad oscura, con buenos que investigan un delito, y malos que delinquen. Otra cosa es que, como sugiere uno de los personajes, nadie sea malo (ni bueno) las 24 horas del día.

Dejando de lado las cuestiones literarias, lo más interesante de la novela de Cercas es, precisamente, que sea negra. El investigador barcelonés más famoso es Pepe Carvalho, afincado en Barcelona, pero con raíces gallegas y murcianas, y su creador, Manuel Vázquez Montalbán, insistía en que sus novelas no eran de la serie negra sino de la serie sepia: novelas de la memoria personal y grupal, de la ciudad. Carvalho recorría las calles y las plazas, los edificios y los paisajes, contemplaba el paisanaje, evocando y evaluando los restos del pasado; recordando la Barcelona que fue y la que no pudo ser; apreciando (o despreciando) las innovaciones y los rescoldos del ayer. No es el caso de Melchor Marín, el protagonista de la obra de Cercas. Para él, Barcelona es un contexto donde se produce la trama, es el pasado, pero no la memoria. Pudo discurrir allí su infancia, pero la ciudad no juega el papel de memoria colectiva y fragmentaria que configura el presente y el futuro de cada cual, como era la Barcelona de Carvalho, que tenía un amigo de un limpiabotas y otro antiguo robacoches. Melchor Marín, en cambio, acude para obtener información a tiendas de móviles en el filo de la legalidad.

No se trata de hacer consideraciones sobre la calidad literaria de una y otras, sino de ver cómo la ciudad ha cambiado. Los escritores perciben estos cambios y los reflejan en sus textos. La Barcelona de hoy es negra: ambiente ideal para el delito.

Pero no es esa la única diferencia entre la novela de Cercas y las de Vázquez Montalbán. Carvalho era un detective privado que, en su origen, vivía en una Barcelona con poco poder político, aunque tuviera suficiente poder económico. Los barceloneses miraban a ambos poderes (el de la ley y el del dinero) con desconfianza y, en primer lugar, desconfiaban de las fuerzas policiales. El poder era siempre sospechoso, de modo que un héroe positivo no podía formar parte del aparato de Estado. Por eso Carvalho no pertenecía a las fuerzas del orden, porque aquella fuerza era violencia y no había impuesto un orden sino el caos sobre el conjunto de la ciudad y especialmente sobre los más débiles.

En Europa, la mayoría de investigadores de novela son agentes de la ley porque buena parte de Europa ha tenido un Estado del Bienestar al que España (incluida Barcelona) se incorporó, mal que bien, mucho más tarde. Por eso Maigret o Montalbano podían ser policías. Incluso el protagonista de la saga Millenium, de Steig Larson, puede colaborar sin problemas con cuerpos policiales o judiciales.

Carvalho no, porque la ley que imponía la dictadura y que defendían sus agentes era ilegal. Por eso de joven se opuso al oprobio (en la primera novela dice haber sido miembro del PCE), aunque de mayor tratara de mantenerse al margen.

Melchor Marín es Mosso. Forma parte del nuevo poder de un Estado omnipresente en una Barcelona llena de funcionarios y sirve a una ley legalizada por la participación democrática. Puede haber injusticias porque la convivencia social no se basa en la justicia total. Hay clases sociales con intereses contrapuestos y las de arriba tienen privilegios respecto a las de abajo. Incluso cuando unos y otros delinquen y tienen que enfrentarse a la policía y a los jueces. Eso sí se refleja en la novela de Cercas.

Después de todo, la narrativa realista es un espejo que reproduce la realidad, aunque un espejo tramposo, porque sólo recoge aquella parte que el narrador elige, aquellos personajes que ese narrador decide que son relevantes para la historia que él cuenta. Pero el fondo no puede ser ignorado y el fondo de Cercas no es ya el de Carvalho. No hace falta llorar por ello. Basta con darse cuenta. Hoy Barcelona es negra.