Miles de independentistas proclamaron sus consignas y sus anhelos, un año más, en Barcelona. La Diada fue otra vez multitudinaria, pero mucho menos masiva que en ediciones precedentes. Según cifras oficiales de la Guardia Urbana, 600.000 personas participaron en la manifestación, 400.000 menos que en 2018, en la Diada menos participativa desde 2012.

Barcelona acogió, una vez más, a miles de catalanes procedentes de poblaciones próximas y no tan cercanas, que se desplazaron mayoritariamente en autocar (1.300, según los organizadores). Ataviados, muchos, con las camisetas azul turquesa de la ANC y estelades varias (que convivieron con banderas irlandesas, escocesas, del Tirol, etc) reiteraron sus reivindicaciones a favor de un Estado catalán y la libertad de los políticos presos. Muchos barceloneses se desplazaron también a las calles más céntricas de la ciudad, y otros muchos optaron por quedarse en sus casas. Normal. En las elecciones municipales del pasado mayo, las fuerzas independentistas solo obtuvieron 15 de los 41 concejales en el consistorio barcelonés.

La Diada de 2019 no ha tenido el fervor ni el entusiasmo de años precedentes. La tensiones entre ERC y Junts per Catalunya y cierto hartazgo en algunos sectores más pragmáticos explican que la capacidad de movilización de las fuerzas independentistas sea menor que hace una década.

Capital del descontento en 2017 con manifestaciones de toda índole política (independentistas y constitucionalistas, mayoritariamente), Barcelona ha sido la gran perjudicada por las tensiones políticas de los últimos años. La fobia del actual gobierno municipal por los graves eventos y su incapacidad para gestionar los problemas reales de la ciudad también han tenido un impacto muy negativo para una Barcelona que necesita más autoestima, estabilidad y diálogo. Y una mayor amplitud de miras.