Independentistas. Constitucionalistas. Federalistas. Apolíticos. En Barcelona, una ciudad poliédrica y cosmopolita, todos están indignados desde la sentencia del Tribunal Supremo contra los políticos presos. Unos por la penas impuestas, otros por los altercados y graves incidentes de los últimos días, otros por el enquistamiento de un conflicto agotador. Desde hace dos años, Barcelona es la capital del descontento y la frustración.

Barcelona vive la peor crisis de los últimos 40 años, víctima de la incompetencia de unos políticos que juegan con fuego. A corto plazo, y con unas elecciones generales a la vista, los intereses partidistas son más un problema que una solución. Barcelona es quien más sufre el proceso soberanista, debilitada por la fuga de muchas empresas y escenario de batallas campales con intereses muy perversos.

La última semana ha sido, emocionalmente, extenuante. A falta de política, consumimos violencia por televisión: barricadas, cargas policiales, peleas entre bandos… Y, lo peor, convivimos con un gobierno municipal que ha optado por un perfil bajo, no sea que el pacto actual vuelva a dinamitarse como hace dos años. Mientras Collboni critica el vandalismo de los alborotadores con la boca pequeña, Colau se esconde y, si acaso, critica las medidas policiales, excesivas en algunos casos.

La táctica de la avestruz de Colau es deleznable. Está claro que a la alcaldesa le interesa mucho más gesticular con asuntos menores (cambio de nombre de algunas calles) que resolver los problemas reales de los ciudadanos. Le interesa más subvencionar a sus amigos y enfrentarse a quien deplora que buscar grandes pactos de ciudad. Y, como activista que fue y sigue siendo, no le interesa desafiar a quienes siembran el caos en Barcelona.

Tras muchos días de tensión y enfrentamientos, Barcelona necesita un respiro. Recuperar el pulso. Volver a la normalidad. Es la hora de hablar menos de cuestiones identitarias y más del tranvía, de Glòries, de medidas de apoyo al comercio, de seguridad, etcétera. Sin banderas ni rencores.