Los inventos que nacen con el objetivo de elevar el tono entorno a un problema concreto solo tienen sentido si consiguen elevar una cuestión que está pasando desapercibida o si logran esgrimir soluciones que arreglen un problema.

En el caso de la manifestación organizada por “Barcelona és imparable no ha sucedido ni una cosa ni otra. Lo único que pudimos ver es una especie de diagnóstico que a priori debían compartir miles y miles de barceloneses.

A toro pasado (la manifestación se produjo el pasado día 21) podemos analizar el resultado de la manifestación supuestamente organizada por personas muy cercanas a la derecha conservadora catalana de toda la vida y aparentemente auspiciada por conservadores influyentes de la ciudad.

Las máximas eran sencillas. De brocha gorda. De aquellas que muchos pueden compartir sin esforzarse demasiado en reflexionar sobre las mismas. Sin embargo, pese a la financiación y los esfuerzos por parte de la organización, el seguimiento fue más bien justito.

En un hilo de Twitter creado por @DianaFT88 se da cantidad de información interesantísima acerca de los integrantes de esta iniciativa y de los recursos invertidos para ponerla a rodar. Diana ha hecho un trabajo espectacular y da muchísimos detalles obtenidos gracias a un trabajo de investigación muy minucioso sobre la información disponible en la red.  

Uno de los puntos más interesantes es el desembolso estimado de 12.000 euros entre publicidad online y soportes de publicidad en las calles de la ciudad a día 19 de octubre. ¡Y esto solo en publicidad! En estos 12.000 euros no contamos el dinero destinado a edición de vídeos, creación de página web, logos etc. Una suma nada despreciable.

Han invertido dinero suficiente como para que quienes compartan sus premisas conozcan como mínimo su existencia. Sin embargo su capacidad de movilización ha parecido ser más bien pequeña. Han conseguido (pagando, claro) que más de 200.000 personas vieran su tweet promocional. Sin embargo únicamente 500 han decidido retwittear su contenido.

Esto era de entrada un mal augurio para los propósitos de la organización, pero el resultado en cuanto a movilización ha sido todavía peor. Mucho dinero invertido para conseguir 1.600 seguidores en Twitter y 1.200 manifestantes en plaza Sant Jaume. Con esto pocos cambios se consiguen…

Evidentemente movimientos como estos deben servirnos para ver que existe gente que identifica una serie de problemas a los que hay que hacer frente, pero nos permiten leer una derivada más. La gente no tiene ganas de que le hagan perder el tiempo. ¿Hay problemas que solucionar? Seguro. Siempre los hay. ¿Salir a la calle a reclamar en genérico decenas de cosas? No parece la solución. Al menos no ha conseguido mover a demasiada gente.

Los gobiernos deben abordar los problemas que preocupan a los ciudadanos, y la oposición debe empujar al gobierno a actuar de forma acertada. Todo lo demás no interesa a nadie más que a los políticos que pretenden sacar rédito de la confrontación o a aquellos que buscan un espacio para entrar en los foros políticos del momento.

Hay que hacer algo más que tratar de acertar diagnósticos. Hay que preguntar a la gente qué le preocupa. Hay que hablar con los vecinos y vecinas de la ciudad. Y sobre todo hay que ponerse a remar en la dirección correcta y no hacer todo lo contrario.

A veces tengo la sensación de que hablar mal de Barcelona empieza a ser demasiado habitual. Si a uno le preocupa su ciudad lo mejor que puede hacer es ponerse a trabajar para ver de qué modo puede ser parte de la solución. Si nos ponemos única y exclusivamente a quejarnos no solventamos nada.

Pueden ponerse a sacar tarjetas amarillas como hicieron al acabar la manifestación del día 21 todos los viernes en Plaza Sant Jaume si les apetece, pero pueden hacer mucho más por Barcelona. Pueden empezar a trabajar en la recuperación de la maltrecha autoestima barcelonesa. Pueden empezar a releer las decenas de motivos para la esperanza de nuestra ciudad. De hecho escribí sobre ello la semana anterior. Porque ya está bien de enfocarse siempre en lo que no va bien. Lo que no funciona hay que abordarlo. Hay que trabajar para solucionarlo. Pero hay mil y un motivos para sacar pecho por la ciudad que tenemos. Y aunque eso no excluye que quienes nos gobiernan tengan que centrarse en arreglar lo que no funciona, sí nos permite darnos cuenta de que, como diría Laporta, “no estamos tan mal”.

Y no es que lo diga yo. Es que lo dicen todos los indicadores. Somos la ciudad española que mejor está recuperando empleo tras la pandemia, somos la ciudad española que está siendo referente en la atracción de empresas tecnológicas… Seguro que hay muchas cosas que arreglar y mejorar, pero no podemos olvidar la realidad de la ciudad en la que vivimos. Barcelona es imparable si dejamos de hablar mal de ella y empezamos a trabajar todos juntos en la misma dirección. Si hacemos lo contrario, Barcelona estará condenada a la parálisis.