La lucha contra el turismo ha sido una de las constantes del gobierno de Ada Colau desde su primer mandato. Para algunos parecía que sonaba bien aquel discurso de Turistas, go home que compartían con la CUP. Su obsesión contra el turismo en general y contra los cruceros en particular pasó de la retórica a los hechos al poco tiempo de llegar al gobierno de la Ciudad Condal. La primera batalla de Ada Colau fue la moratoria para construir nuevos hoteles, haciendo que Barcelona perdiera la oportunidad de incrementar y mejorar su oferta hotelera. Una medida que nos hizo perder al Four Seasons, que acabó instalándose en Madrid.

En 2016 arremetió contra los pisos turísticos y después empezó la guerra abierta contra los cruceros. Recuerdo debates durante la campaña electoral previa a las municipales de 2019 en los que tanto CUP como Comuns acusaban a los cruceristas de ser de los grandes causantes de muchos de los males que sufría Barcelona, y que abogan sin remilgos por erradicarlos como si de una plaga se tratase. Lo cierto es que, desgraciadamente, no sorprendía en absoluto esa retórica teniendo en cuenta las palabras de Gala Pin, concejal del distrito de Ciutat Vella en el mandato anterior que calificó a los cruceristas como “plaga de langostas”. Algunos creían que una ciudad sin turistas o con una disminución importante de los mismos iba a ser una mejor ciudad para los barceloneses. Algunos soñaban con una ciudad sin turistas. Pues bien, a veces hay que ir con cuidado con lo que uno sueña, porque puede acabar convirtiéndose en realidad.

Los efectos de la pandemia están siendo devastadores para el sector turístico. La soñada reducción del número de visitantes a la ciudad no la han conseguido desde el gobierno municipal, pero la ha conseguido el dichoso virus. ¿Tiene esta disminución las consecuencias que auguraban comunes y cupaires?

Por lo pronto el presidente del Gremio de Hoteles de Barcelona, Jordi Mestre, explicaba hace unos días que si la situación sigue como hasta ahora “muchos hoteles acabarán en concurso de acreedores o en manos de fondos buitre”. ¡Con lo mucho que se ha tratado de combatir a estos fondos desde Barcelona! Ahora resulta que los deseos de tener menos turismo nos pueden llevar a acabar beneficiándoles. Según Mestre el turismo urbano de Barcelona ya ha perdido el año. Hasta esta semana había un 20% de los establecimientos abiertos con un 10% de ocupación aproximadamente. Con estos datos es fácil entender que la inferencia que realiza el presidente del Gremio de Hoteles tiene todo el sentido del mundo.

Con tanta campaña contraria al turismo en nuestra ciudad es necesario recordar que el sector turístico da trabajo de forma directa a 35.000 personas. La situación en que se encuentra el sector es insostenible y hace peligrar esos puestos de trabajo. Las inyecciones de liquidez no han sido más que préstamos corrientes que deberán devolverse con interés, lo que implica que la solución hasta el momento es simplemente un mal parche para el sector.

Para colmo, el sector del ocio y la restauración de nuestra ciudad lucha también contra las declaraciones irresponsables de algunos políticos de nuestra ciudad. Hay quienes se dedican a criminalizar el ocio nocturno de nuestra ciudad. Oír a Jordi Coronas de Esquerra Republicana acusar a las discotecas del Front Marítim de ser los causantes de problemas de drogas y prostitución es un despropósito.

No hace mucho estuve hablando con el propietario de uno de los grandes locales de ocio de Barcelona, de esos que da empleo a cientos de personas y me contaba que, más allá de la obsesión de la alcaldesa por acabar con su negocio, las medidas que se estaban implementando en Barcelona ponían en grave peligro su continuidad. Pese a dar por perdida ya la temporada, la gestión llevada a cabo hasta la fecha le permitía seguir pagando las cientos de nóminas que paga mensualmente. Quizá deberíamos dejar de insultar a quienes generan empleo en nuestra ciudad y deberíamos hablar con ellos para ver de que manera podemos ayudarles a salvar negocios que tanto trabajo generan.

Otro de los grandes sectores odiados e insultados por algunos políticos irresponsables es el sector de los cruceros. El de la “plaga de langostas” de Gala Pin. Este también sufre una caída importante. Hasta el 30 de junio el puerto de Barcelona ha recibido un 84,4% menos que el año anterior. Imagino que quiénes comulgaban con las tesis de los comunes estarán muy agradecidos por semejante reducción de turistas, pero estoy convencido de que los más de 9.000 trabajadores que dependen de este sector estarán más que preocupados. La Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) afirma que esta actividad genera cada año más de 1.000 millones de euros en la ciudad. Perder estos ingresos siempre es mala noticia, pero en la situación en la que nos encontramos es todavía peor.

El papel y los programas electorales todo lo aguantan, pero viene bien de vez en cuando recordar qué es lo que proponían algunos partidos. Según algunos la reducción del turismo era un objetivo deseado. Imagino que a día de hoy se habrán dado cuenta del problema que supone el descalabro de este sector. Cuidado con lo que soñamos, porque a veces, al hacerse realidad, se convierte en nuestra peor pesadilla.