La vida en la ciudad sigue anodina. Parece que todo sigue un guion preestablecido. Los comercios despliegan sus mejores galas para lograr tener unas ventas suculentas que les arreglen el año. Los restauradores siguen con el ceño fruncido porque se consideran víctimas del “acoso y derribo” del consistorio. Las moratorias hoteleras siguen formando parte del paisaje urbano junto a los manteros. La Meridiana es cortada día sí y otro también con “perfomances” que aparentan ser manifestaciones, y todos estamos atentos al Barça-Madrid para ver que hace Tsunami Democràtic en otra demostración publicitaria. Y el consistorio sigue esperando los informes para autorizar, o no, el Hermitage.

Seguimos como siempre, con ese pulso que apenas tiene pulsaciones en una ciudad que parece que se resigna a su lento declive. La seguridad también parece, siempre parece, que retoma su pulso después de la crisis del pasado verano, y los presupuestos municipales se siguen negociando entre bambalinas, aunque los proyectos de futuro son pocos, y casi me atrevería que ninguno.

El gobierno municipal parece, otra vez, resignado a mantener su encefalograma plano. Casi se conforma con que no existan estridencias que alteren esa tranquilidad de una ciudad, que otrora fue puntera en España, Europa y el mundo, y que ahora ha entrado en la calma de una ciudad de provincias, dicho con todo el respeto para las ciudades de provincia.

Nadie, parece, que se tome en serio pensar cuál debe ser la Barcelona de 2040, por ejemplo. ¿Qué hay que hacer para construir una ciudad más amigable para vivir, trabajar y convivir?. Turismo, industria, medio ambiente, vivienda, y un largo etcétera se afrontan con políticas “parcheadoras” que tapan las deficiencias, pero con pocas políticas de futuro. Tendremos que esperar a ver los presupuestos que pueden alumbrarse en breve, en función del resultado de este alambicado juego de “tres en raya” que tienen Generalitat, Gobierno del Estado y Ayuntamiento. Aragonés y los comunes han alcanzado un acuerdo para los presupuestos de la Generalitat. Es un paso que abre las puertas a que ERC devuelva la pelota en el consistorio a los comunes de Colau. Y mientras, interrogantes, muchos interrogantes en las negociaciones para que haya Gobierno en España.

No es esta una cuestión baladí. Los presupuestos generales del Estado pueden, y deben, ser una piedra angular del nuevo presupuesto municipal y un balón de oxígeno para la Barcelona anodina que languidece sin solución de continuidad. En breve saldremos de dudas, porque si Cataluña necesita unos presupuestos en España, también Barcelona.