Hay en Barcelona diversos pasquines de una organización autodenominada No t’excusis y pintadas de Arran. Unos y otros tienen un denominador común: pretenden defender y extender el uso del catalán que, dicen, vive sus peores momentos. ¡Lo que hace la ignorancia! No saben que durante buena parte del franquismo ni había inmersión lingüística ni emisoras o canales televisivos que utilizaran el catalán como vehículo de expresión ni diarios en este idioma. En la misma línea de manipulación de la realidad, los carteles de No t’excusis proclaman que el castellano es la lengua dominante en las familias, entre los jóvenes e incluso la más utilizada por los críos. Es decir, en todas partes menos en TV3, salvo que el personaje que aparezca en pantalla quiera parecer muy malo, como dijo uno de los paniaguados de la cadena. No t’excusis denuncia (voluntad inquisitorial no falta) que en los cumpleaños familiares se canta el “cumpleaños feliz” en castellano, ¿en vez de hacerlo en inglés?, y se queja también de que sea el castellano el idioma utilizado para ligar. Lo de los críos es más curioso: sostiene que escriben en castellano en las cartas dirigidas al rey Baltasar. ¿Habrán violado la correspondencia de los más chiquitines?

No t’excusis, como sus conmilitones de La Plataforma per la llengua, tiene razones para sostener que el catalán es, en Cataluña en general y en Barcelona en particular, una lengua en decadencia. No porque lo sea, sino porque viven de eso. Se alimentan del victimismo, sea real o imaginado. Por cierto, hablan de “lengua”, pero quieren decir “idioma”. Términos con campos semánticos diferentes. Con la lengua se puede lamer, pero es imposible, salvo metafóricamente, hacerlo con el idioma.

El punto de partida de esta gente es que hay diez millones de catalanohablantes. Otra falsedad completa. Cuentan ahí todos los habitantes de los llamados Països Catalans, incluidos los que según ellos hablan castellano. Es, además, una falsedad inútil. Si los derechos lingüísticos son individuales, un solo ciudadano tiene derecho a utilizar ese idioma (y también el cooficial castellano). No hace falta hinchar las cifras.

Lo de Arran es más complejo. Como se creen de izquierdas, en sus pintadas se ven obligados a reclamar una escuela “laica, pública y catalana”. Por cierto, para hacerlo prefieren, cuando pueden, las paredes de escuelas públicas, evitando ensuciar las de los colegios privados subvencionados, muchos de ellos religiosos. Si Arran fuera, como finge, una organización de izquierdas, hace tiempo que habría pintarrajeado Barcelona reclamando una escuela pública y laica. No lo ha hecho y si lo hace ahora es porque puede añadir lo de “catalana”, que es en realidad lo único que les importa. No les ha molestado, en cambio, que durante años haya habido una ley que permite subvencionar incluso a los colegios segregacionistas del Opus Dei. Ley que se aprobó a propuesta del entonces consejero de Educación, Ernest Maragall. A Arran el carácter público de la escuela y el laicismo le importa un rábano. Lo importante para ellos es que se excluya al castellano, aunque también sea falso. La sentencia de la que se quejan establece que debe haber un 25% de castellano. ¿Será que no se acuerdan de restar y no saben que para el catalán queda el 75%? El castellano que aborrecen es, sin ir más lejos, el idioma que muchos de sus abuelos utilizaban en casa en los años cuarenta porque era, se decía en los salones de la burguesía barcelonesa, “más elegante”. Que esa afirmación sea una tontería y que en realidad lo hicieran por su proximidad a la dictadura no implica que no lo dijeran.

Para quienes no sepan qué es Arran, esto dice la Wikipedia: “una organización juvenil española de la izquierda independentista catalana”. De su españolidad da fe parte de la bibliografía marxista que recomienda su web: hay traducciones al catalán de Marx y Engels, pero la Iniciación a la economía marxista, de Ernest Mandel, trotskista e internacionalista belga, figura en castellano, pese a que hay una edición catalana de la editorial Nova Terra. ¿No la conocen? ¿Qué dirían a estos chicos los de No t’excusis tan atentos a perseguir a quienes usan el castellano cuando pueden utilizar el catalán? Nada, porque en realidad sus discursos sobre la lengua, su uso  y los derechos asociados no se mueven en el campo de la racionalidad sino en el de los sentimientos. Los sentimientos propios, claro. Quienes no hablan en catalán son gente que ni siente ni padece. Durante la dictadura, la izquierda (una parte al menos) defendía el derecho a la lengua materna. Eso defienden ellos, convencidos de que esos bárbaros del sur no tienen ni lengua ni madre ni nada que se le parezca.