Leo que el pleno del Ayuntamiento de Barcelona ha decidido retirar la Medalla de la Ciudad de Barcelona, otorgada en 2012 a título póstumo, al señor don Heribert Barrera, que fue presidente del Parlament de Catalunya, a la vez que diputado en ese mismo parlamento, en las Cortes Generales, presidente y secretario general de ERC, etcétera. 

¡Cuánto me alegro! ¡Por fin una buena noticia! 

Al parecer, cito, le retiran la condecoración por sus declaraciones fascistas y racistas. ¡Lo que no sé es cómo se la dieron, habiendo dicho lo que dijo! Pero, claro, era alcalde Xavier Trias y se había puesto en marcha la maquinaria del procesismo convergente, acorde con muchas de las opiniones supremacistas del finado. Les recuerdo, entre muchas otras, las disquisiciones sobre las diferencias genéticas del señor Junqueras, los comentarios de doña Marta Ferrusola o las palabras que dejó por escrito el señor Torra en tantos artículos de opinión, que nos muestran sin rubor el pensar y sentir de sus personas.

Se argumentará, en defensa del finado, que sus palabras están sacadas de contexto. Se abren las puertas de una vieja polémica, y les pondré un ejemplo. ¿Es «Tom Sawyer» una obra racista porque sus personajes, con el hablar del sur de los EE.UU. de mediados del siglo XIX le llaman a uno «negro» («nigger», en el original)? ¿Tendría que prohibirse por ello o tendría que explicarse? Sírvanse ustedes mismos, es una vieja polémica. 

Ya les digo yo ahora que es bueno aprender a cuestionar los principios morales de una sociedad desde la crítica racional y el espíritu abierto a la libertad, la igualdad y la fraternidad, porque así nos abrimos camino hacia una sociedad mejor y más justa. Pero también les digo que vayan con cuidado con la perspectiva y el contexto.

Por eso afirmo que, de acuerdo con el contexto y el momento histórico en el que fue condecorado, la ideología del señor Barrera ya era simplemente repugnante. ¿Y saben qué me apena? Que todavía hoy la defiendan algunos de nuestros líderes políticos. 

Como es sabido por todos, uno de ellos es el señor Torra, de quien ya conocíamos su afición a las camisas pardas de los hermanos Badía. Cuando supo que le retiraban los honores al señor Barrera, ha escrito lo siguiente: «Vergüenza inmensa para todos aquellos que han votado a favor de retirarle la medalla de oro. La capital de Catalunya se empequeñece hoy, convertida en una capital provinciana y mezquina». 

Para vergüenza, la mía, señor Torra, de sufrirle a usted, qué quiere que le diga. No sé de ningún presidente de un país que insulte a sus propios ciudadanos como usted lo hace. Pero, claro, los Barrera, Junqueras, Pujol y Torra de esta desgraciada Cataluña han hecho y hacen bandera de una derecha nacional-populista que, en cualquier otra parte del mundo, tendría todos los números de la rifa para ser clasificada de extrema derecha de la peor calaña. No soportan que alguien, de vez en cuando, se lo recuerde.

El señor Barrera nunca, y quiero decir nunca, se arrepintió de asegurar que los negros son intelectualmente inferiores a los blancos, en pedir la esterilización de los débiles mentales de origen genético, o racial, en pedir un referéndum para «echar a los inmigrantes», en clamar que «antes salvar Cataluña que la democracia» (sic) y en afirmar que «el bilingüismo implica la desaparición de la nación catalana». Tan hermosas palabras siguen siendo aplaudidas por el fascismo catalán, que existe y está presente en nuestros días. El Moviment Identitari Català hizo campaña con la frase «Barrera tenia raó»; Plataforma per Catalunya y el Front Nacional de Catalunya también honran su memoria; muchos dirigentes de Òmnium o la ANC defienden la figura del personaje y JxCat y ERC votaron en contra de retirarle la medalla. Todos juntos han puesto el grito en el cielo ante lo que consideran un ultraje y algunos intentan defender la figura del señor Barrera aludiendo al «contexto».

Ay, el contexto… 

Cuando el señor Barrera dijo lo que dijo, e insistió en ello, Europa ya había conocido el auge del fascimo en los años 30, tan aficionado a la eugenesia y a las cámaras de gas, y ya ven cómo acabó. Su apoyo al ideario del Ku Klux Klan fue posterior a la lucha por los Derechos Civiles en los EE.UU. En Cataluña, muchas personas de bien protestaron ante las burradas que salieron por la boca del asno tan pronto las pronunció. En resumen, la excusa del contexto no vale y lo que tendríamos que preguntarnos es quién fue el idiota que le propuso para una medalla.

El señor Barrera sabía lo que decía y por qué lo decía, era consciente de ello. Porque no era tonto, sino malvado. Dijo lo que dijo porque era, esencialmente, fundamentalmente, un puto racista y un fascista, y no hay más.