El nacionalismo, como cualquier otra ideología que se nutre del odio, el desprecio y el sentimiento de agravio, ha olvidado que hay algo más importante que los territorios y las ideas, las personas. Y esto, que parece una obviedad, es algo que hay que recordar a diario. Sobre todo a quienes han gobernado solo para aquellos que no contravienen sus intereses territoriales e ideológicos.

Hemos llegado a un punto en el que parece más importante conseguir asentar una inexistente república bananera que preservar el tejido empresarial que posibilita que la gente viva en este territorio. Parece más importante organizar una butifarrada popular el 1 de octubre que preservar la paz social los meses venideros. Y para algunos es preferible engañar a la gente y construirles una historia bonita y al gusto que enseñarles la verdad sobre sus orígenes. En resumen: el nacionalismo justifica los medios para conseguir el fin, el fin de una sociedad.

Y mientras el Ayuntamiento de Barcelona le siga riendo las gracias, seguirá siendo cómplice de todo esto. Muy lejos queda lo de disfrazarse contra los desahucios. Ahora lo guay es taparse las vergüenzas con la estelada mientras se juegan el pan de la gente en una partida de ajedrez.

Las empresas siguen huyendo en desbandada, la reacción lógica cuando uno descubre que quienes llevan el timón hace tiempo que perdieron el norte. Van tan exaltados que son incapaces de ver que la quilla está a punto de chocar contra las rocas, y en cuanto esto suceda el barco acabará de hundirse. Y mientras tanto, ¡cuánta gente aplaude entusiasmada!. Algunos desde la orilla, a buen recaudo, y la gente normal y corriente desde dentro del barco. Porque no olvidemos que eso es el nacionalismo; también deja tirados a los suyos.

Y en medio de tanta ineptitud aparece Tabarnia, que algunos han tachado de “mal perder”. Ellos son la demostración viva de que durante años hay gente que ha vivido en Cataluña, pero donde realmente estaba es en la luna. Tabarnia no es una pataleta, es el antídoto, un mecanismo de defensa y la esperanza para todos los catalanes, lo sepan o no.

Y por eso el próximo 25 de febrero los tabarneses van a salir a las calles de Barcelona. A defender la paz, su dignidad, sus derechos y su historia pisoteada durante tantos años. Y saldrán también a la calle para pedir a todas esas empresas que se han ido que vuelvan a nuestra casa, que no se vayan, que una mayoría de catalanes estamos trabajando para que el odio no rompa la quilla del barco, aunque haya otros que aplaudan.