Cuando parecía que con todo lo malo de esta crisis sanitaria, provocada por el coronavirus y que ha abocado al país a una situación de emergencia nacional, de la que podríamos sacar alguna cosa buena, el miércoles revivimos la más miserable e irresponsable bronca política alentada por el populismo de izquierda cómplice del separatismo.

Una vez más la alcaldesa Colau y los partidos del gobierno de España se unieron a Ómnium y a la órbita separatista para dividir, para politizar la situación de crisis y recuperar el “activismo paleto” del separatismo, que no sabe hacer otra cosa que manipular para sacar las cacerolas a los balcones ante el discurso del jefe del Estado, discurso apelando a la unidad de todos los españoles, a resistir y a mantenerse unidos con el objetivo común de ganar la batalla a ese enemigo invisible al que todos estamos expuestos al margen de lenguas, ideologías, orígenes y condición. Y allí los tenías, en sus balcones (más allá del fracaso de la convocatoria) tan ridículos, con su cacerola o sartén y cuchara de palo en mano, todos unidos para dividir. Muy triste, ¡qué contradicción!

Me avergüenza la irresponsabilidad de estos dirigentes, gobernantes y políticos que pedían unidad hace unos días y que ahora la rompen intentando colocar en el mismo nivel los aplausos y las caceroladas, cuando unos son espontáneos y fruto del sentimiento de solidaridad,  y las otras un mecanismo político de división. Y me pregunto… ¿Debería sentirse legitimada la oposición ante este escenario, para empezar a criticar y reprobar la incompetencia e irresponsabilidad del gobierno, ante una crisis sin precedentes y que cuenta ya con más de 20.000 afectados y 1.041 fallecidos? ¡Errores se han cometido a tutiplén! Sirvan como muestra las movilizaciones del 8M o promover la iniciativa de Obrim els Carrers por parte del Ayuntamiento de Colau.

Sentimientos contrapuestos. Pues a la vez siento orgullo y envidia sana por la gestión, el liderazgo y la actuación que se está llevando a cabo en Madrid. Ejemplaridad tanto por su alcalde José Luis Martínez-Almeida, como por su presidenta de la Comunidad Isabel Díaz Ayuso. Orgullo también por nuestro Rey que, ante la gravedad de la situación, ha comparecido para mandar un emotivo mensaje institucional de tranquilidad al pueblo español y de apoyo al personal sanitario que lo está dando todo en estos días. Son un ejemplo a seguir. Ellos sí que han estado a la altura.

Igualito a lo que están haciendo Colau y Torra aquí, en Barcelona y Cataluña. Que en vez de aparcar las diferencias, expresar la solidaridad con los más vulnerables y entre territorios, y arremangarse para luchar por un mismo objetivo, que no es otro que vencer a esta maldita pandemia que además de la crisis sanitaria y social que está provocando, desde el punto de vista económico hará estragos, se dedican a dividir y al "postureo político". Una década de progreso y recuperación económica perdida en tan solo 15 días. Ellos rompen la tregua política, les puede el sectarismo. Ellos no están a la altura.

Dos caras muy diferentes de la misma moneda por la crisis del Covid-19, vergüenza y orgullo. Ante la preocupante situación necesitamos acertar en las soluciones y un liderazgo claro que transmita tranquilidad y esperanza a los trabajadores, empresas y autónomos, con medidas estructurales que den respuesta al problema de confianza y de liquidez generado, para mantener la capacidad productiva y de empleo de los distintos sectores económicos de la ciudad.

Barcelona no se puede permitir quedarse atrás. Hay que exigirle a la alcaldesa Colau que deje de lado “el populismo de cacerola”, que abandone su sectarismo, que se despoje del marxismo ideológico que la caracteriza cuando dice que “lo que debe salir reforzado de esta crisis no es el Estado, sino lo público”, y que intente estar a la altura de las circunstancias con un claro compromiso también en lo económico. Solicitando la exoneración del pago de la cuota de autónomos y seguridad social cuando no se generen ingresos, a que el gobierno levante la restricción a los ayuntamientos con superávit flexibilizando la regla del gasto para que Barcelona pueda destinar los 65 M€ de superávit a políticas sociales; y aplique rebajas, bonificaciones y condonaciones de impuestos y tasas, como la tasa de terrazas, residuos, estancias turísticas, IBI o IAE.

No es suficiente con aplazar o fraccionar el pago de impuestos, ya que posponer el pago no soluciona el problema económico que se nos viene encima. Esperemos que la alcaldesa Colau no tenga vértigo a las alturas y se entere que todos tenemos que luchar contra un enemigo en común llamado Covid-19.

Oscar Ramírez es el Presidente Provincial PP BCN y concejal en el Ayuntamiento de Barcelona