La alcaldesa Ada Colau ha estado a la altura. La crisis del coronavirus ha golpeado al equipo de gobierno del consistorio, pero la reacción ha sido la correcta, lejos de la histeria y de la sobreinterpretación. La alcaldesa ha manejado bien la situación porque a pesar de su aislamiento lanzó un mensaje de confianza y de prudencia, de responsabilidad. Los barceloneses han seguido estos consejos excepto algunos iluminados que tratan esta situación de emergencia como unas vacaciones y se van de paseo por parques y jardines. Ahora están cerrados, paralizadas las obras y el personal del consistorio a medio gas. Los que están a tope son los sanitarios que están capeando la peor crisis que está atravesando el país. Colau hizo un discurso sensato y centrado.

Contrasta el mensaje de Colau, que incide en las medidas sociales -pago de alquileres e hipotecas, liquidez para las empresas- con el mensaje de Joaquim Torra. El presidente catalán ha estado a la altura de “los miserables”. Utilizar la crisis para intentar relanzar el independentismo partidista de Junts per Catalunya demuestra una catadura moral. El país está enfermo, pero algunos tienen síntomas que van más allá del coronavirus. Decir que la emergencia es un 155 encubierto es sencillamente miserable. No se me ocurren más epítetos, bueno sí, pero no para plasmarlos en este artículo. Solo un apunte. Clara Ponsatí quedó a la altura del betún y demostró que su catadura moral no difiere mucho de un xenófobo, un racista o, simplemente, una mala persona, junto con Puigdemont, quien encerrado en su mansión de Waterloo trata de dar lecciones. Dicho esto, en el terreno personal deseo al señor Torra que se mejore. Lo cortés no quita lo valiente.

Ahora hemos de centrarnos en como superar la situación de emergencia sanitaria primero, y luego la emergencia económica y social. El Gobierno debe actuar con rapidez y mañana aprobar las primeras medidas de impacto. Como dijo Colau no puede repetirse la situación de 2008. Las familias y los pequeños empresarios cayeron en el paro o en la ruina. Ese debe ser el primer objetivo. Aplazamiento de impuestos, liquidez a las empresas para que se puedan reflotar cuando pase la emergencia sanitaria, garantías de salarios para los trabajadores afectados por los expedientes y compromisos de las empresas de recuperar la actividad anterior al coronavirus recuperando en su puesto de trabajo a los trabajadores afectados.

El Estado debe dar soluciones de forma inmediata, las empresas deben ser conscientes de que las ayudas no son para hacer negocio, y todos, trabajadores incluidos, paciencia. Nos avisan de una crisis de 15 días, pero no seamos optimistas. Hasta después de Semana Santa no tendremos la ansiada normalidad. Otros tratan de frenar esta normalidad aprovechando la ocasión. Algunos teóricos del independentismo enfermo quieren aprovechar el coronavirus pintando a los madrileños como los peligrosos que quieren contagiar al mundo, filtrando que el Estado no cierra Madrid para no cercenar al poder. Es una mirada miope. Después de estos días, Torra lo mejor que podría hacer es irse a casa y dejarnos en paz. La suerte es que los irredentos no han salido a la calle. Ni en la Meridiana. Los grandes defensores de la patria se han quedado en casa, no vaya a ser que lleguen los primeros sacrificios como pide el peor conseller de la democracia en Catalunya. Un conseller que se llama Toni Comín.