Había confirmado su asistencia: la consellera de cultura, lógicamente, acudiría a la gala de los Premios Planeta que se entregaron anoche en Barcelona. Porque aunque la empresa fuera una de las que decidieron hace un año largarse de la capital catalana (la pela és la pela) y el president Torra les reprochara el gesto evitando su presencia al acto; ¿cómo iba a perderse la representante de cultura del govern una cita como ésta?  

Pero a última hora, Laura Borràs optó finalmente por acudir a otro evento celebrado en la Biblioteca de Catalunya. No cabe duda que el cambio en su agenda tuvo que ver con el hecho de que el presidente de Planeta, José Crehueras, anunciara en la comida previa a la gala de los premios que su grupo no volvería a traer su sede social a Catalunya (bon vent i barca nova). El desplante de la consellera (no con la empresa, sino con el mundo literario) fue más un berrinche que un acto subversivo del independentismo. Ya le ocurrió también hace unos meses en la recepción oficial en Washington de la organización del Smithsonian Folklife Festival. Tras el discurso del entonces embajador de España en EEUU, Pedro Morenés, Borràs y Torra abandonaron en pleno acto el evento porque sus palabras les habían ofendido. Sin embargo, el feo no se lo hicieron a Morenés sino al anfitrión (el festival) que además de invitar a la delegación catalana había dispuesto flores amarillas por todas las mesas...   

Es cierto que protocolariamente es mejor no acudir a un evento en el que no se va a estar a gusto (mejor prevenir que curar) y que la peor ofensa es la indiferencia; pero en el cargo de representante público va implícito saber comportarse y ser diplomático cuando convenga (pensando en el interés general y no en el personal: lo que a uno le apetece). Además, Borràs es consellera de cultura, no de economía.  ¿No deberían estar las letras (no Planeta, me refiero a los escritores) por encima de la política?