Las próximas elecciones municipales se celebrarán en el mes de mayo de 2023. Hasta entonces solo aparece en el horizonte una cita, al menos por el momento, en Andalucía. En 2023 se volverán a tirar las cartas en las municipales y autonómicas, y posiblemente las generales, aunque siempre el presidente del Gobierno tiene en su mano el botón nuclear para activarlas. ¿Qué sucederá en Barcelona?

La pregunta no es baladí porque el tablero político ha cambiado y cambiará, y en Barcelona tendrá efectos colaterales decisivos. Ciudadanos tras el descalabro de Madrid es un partido en extinción. Andalucía será la prueba del algodón. Juan Marín asegura que el pacto de Gobierno con Moreno Bonilla es sólido, pero esta afirmación tiene una efectividad efímera. El presidente andaluz puede mover pieza casi de forma inmediata aprovechando que los socialistas están en un proceso de primarias no exento de tensión. Susana Díaz y Juan Espadas se medirán a “cara de perro” en la Federación más poderosa de los socialistas. Pero, esta decisión no está clara porque el PP andaluz no es el madrileño y VOX es una incógnita en la región. No hay líder, casi ni partido, pero si pulsiones que auguran su crecimiento. La verdadera incógnita es si Ciudadanos será capaz de frenar el vendaval.

Pase lo que pase, todo pasará antes de las municipales. Ciudadanos en Barcelona es un partido residual y más tras el fiasco de las catalanas. No parece que repitan presencia en el consistorio. Tampoco Manuel Valls que en estos años se ha convertido en el caballero de la triste figura. Su peso político no es más que un reflejo de lo que fue. Por tanto, el espacio de la derecha se va a redibujar en los próximos comicios. La pregunta es ¿será capaz el PP de recuperar este espacio? Tampoco el PP catalán es el madrileño y el discurso de Ayuso de la libertad no es bien recibido por los catalanes que en las autonómicas optaron por VOX. La ultraderecha no tiene candidato, pero eso no parece que sea óbice para que entren en el consistorio.

La marcha de Iglesias abre también un gran interrogante en el partido de gobierno. Los Comunes siempre tuvieron su paraguas. El abandono del líder cómo afectará a Colau. La alcaldesa dijo que no se presentaría, pero ya ha rectificado y lo hará. Ahora, más si cabe, porque el capital de los Comunes se llama Colau, sin Colau son muy poca cosa. Y la Colau de ahora no es la de 2015. Ni siquiera la de 2019, porque su gestión la ha lastrado de forma exponencial.

El independentismo mira la situación frotándose las manos porque una crisis en España siempre es bien recibida, pero harían bien en no vender la piel del oso antes de cazarlo. El Govern tendrá que empezar a andar y eso que tanta falta hace, gobernar. Ernest Maragall está solo agazapado esperando su momento y da apoyo a Colau porque mantenerla es debilitarla. De Junts nada se sabe más allá del entusiasmo de Artadi por la política catalana. La municipal le interesa poco. Quizás ahora ya sabe relacionar las líneas de metro con los colores, pero no esperen mucha cosa más.

¿Y el PSC? Algunos estrategas de baja estofa apuntan a la candidatura de Illa para sustituir a Jaume Collboni. El entorno del líder del PSC deja claro que ésta no es una opción, que la idea solo habita en mentes calenturientas. Collboni sigue siendo el candidato. Sin embargo, el PSC haría bien en volverse a plantear la idea de marcar perfil propio, de dar algún puñetazo encima de la mesa para erigirse como la alternativa sólida recogiendo a los huérfanos de Ciudadanos y Valls, incluso a los votantes horrorizados del PP, y sobre todo, a los exvotantes socialistas que acabaron en manos de Colau, en manos de aquella Colau que generaba ilusión y que ahora es un recuerdo.

Pedro Sánchez habló en la ejecutiva del partido de esta pasada semana de renovación pendiente. Muchos miraron a Andalucía, a Madrid, pero también a Galicia y a Euskadi. Catalunya ya lo hizo en las autonómicas de febrero, pero el PSC de Barcelona tiene que prepararse para unas elecciones en las que se la juega casi a todo o nada. Quedan dos años. Collboni haría bien en no desperdiciarlos.