Según el código ético de los comunes, dos es el número de mandatos máximo de sus alcaldes, pero Ada Colau ha decidido que, como excepción y sin que sirva de precedente, pueden ser tres. Y la típica maniobra de aferrarse al sillón pretende vendérnoslas prácticamente como un sacrificio que hace por nosotros, sus sufridos súbditos, asegurando que necesita cuatro años más para ofrecernos la ciudad que realmente deseamos, aunque nosotros tengamos la impresión de que nos la está dejando hecha unos zorros (los comunes siempre saben lo que nos conviene mejor que nosotros mismos). Añade, además, que ella no tiene nada que ver con esa gente que se agarra a la política porque no tiene ningún sitio al que regresar porque no ha trabajado jamás. Se agradecería algo más de precisión, ya que muchos tenemos la impresión de que Ada tampoco ha trabajado nunca en el mundo real y lleva haciendo política desde que iba a la universidad, donde casi nunca se la vio en clase (según me informó un amigo que fue profesor suyo), pero ya andaba metida en todo tipo de comités, grupúsculos y actividades progresistas varias.

La conocimos como activista, que suele ser el paso previo a la política, cuando estaba al frente de la PAH e iba disfrazada de abeja Maya. Posteriormente, nos dijo que no aspiraba a la alcaldía de Barcelona, aunque acabó ocupándola dos veces (la segunda, por cortesía de Manuel Valls). También aseguró que no aspiraba a nada más que a dirigir su ciudad natal, aunque luego la vimos conspirando con Yolanda Díaz y pensamos que igual no le hacía ascos a algún carguito a nivel nacional. Dada su costumbre de maquillar la realidad, ¿podemos creernos que solo aspira a un tercer y último mandato municipal? O, caso de ganar, ¿volverá a pasarse por el forro el código ético de los comunes y presentarse a un cuarto? Total, el código de los comunes es de una fiabilidad dudosa, ya que el partido se distingue por funcionar como agencia de colocación para parejas sentimentales, cuñados y amigos y por repartir dinero público entre las ONG dirigidas por personas de su confianza. Los comunes son un gran ejemplo de lo de HAZ LO QUE DIGO, NO LO QUE HAGO. Se pasan el día dando lecciones de moral, pero luego incurren en un nepotismo y unas corruptelas que no tienen nada que envidiar a los de esos partidos de derechas a los que tanto detestan.

Las encuestas no le son muy favorables a Ada. Su partido aparece situado en tercera posición tras el PSC y ERC. Pero no desaparece de la quiniela electoral, lo cual quiere decir que, aunque parezca inverosímil, hay gente que está de acuerdo con la política urbana de los comunes. Sin ellos, Barcelona volvería a los viejos tiempos, a la pugna habitual entre los sociatas y los convergentes, que es en lo que se están convirtiendo los devotos del beato Junqueras y del Petitó de Pineda. Ada aún tiene tirón, aunque muchos no entendamos cómo es posible tal cosa. Y, de hecho, gane quien gane, sociatas o neo convergentes, ambos partidos acabarán necesitando la colaboración de los comunes para formar el gobierno municipal. Ada lo sabe. Como sabe que su carrera política termina en Barcelona, ya que sus esfuerzos por pillar cacho a nivel nacional no parecen estarle llevando a ningún sitio.

Votemos, pues, a Collboni o al Tete Maragall, según nos indican las encuestas, pero no demos por muertos a los comunes y conformémonos con arrebatarles el sillón principal del consistorio. Ada no se va ni con aguarrás porque sabe que fuera de la política no hay ningún trabajo al que regresar. Y porque está convencida de que Barcelona necesita cuatro años más de su terapia de choque. Dado lo igualados que van en las encuestas sociatas y republicanos, lo más probable es que Ada sea la que decida cuál de los dos partidos se hace con el poder. Y dudo que se venda barata. Ada ha venido para quedarse y más vale irse haciendo a la idea.