Cuando pienso en Ada Colau y sus secuaces, no puedo evitar parafrasear a Winston Churchill y clamar: “Nunca tan pocos consiguieron cabrear a tantos”. Ese lema me vuelve a la cabeza hoy mismo, cuando se celebra una manifestación de la plataforma social Barcelona es Imparable que pretende mostrar de manera gráfica el hastío generalizado de la manera de ir por el mundo (o sea, por Barcelona) de los comunes. Sé que corre sobre Barcelona es Imparable la leyenda negra de que se trata de una iniciativa de los lazis para desacreditar a la administración Colau y que, por consiguiente, no hay que reírle las gracias, pero, por otra parte, es tan elevado el número de entidades acogidas al nombrecito que a uno le llevan a pensar que esta oposición al colauismo, aunque suene verosímil que esté infiltrada de lazis, no responde exclusivamente a los intereses electorales de éstos. Es decir, puede que Elsa Artadi y el Tete Maragall contemplen con simpatía a Barcelona es Imparable, pero ahí dentro hay más gente, y la acumulación de diversos sectores sociales y variadas asociaciones permite intuir que la propuesta es más transversal de lo que sugiera esa leyenda negra que, puestos a ejercer de conspiranoicos, también cabe considerar que haya sido puesta en marcha por los propios comunes.

En cualquier caso, la grima generalizada hacia la administración Colau es un secreto a voces. Y motivos no faltan: que si los colorines y los bancos asesinos de Janet Sanz, que si el ingenioso sistema de recogida de basuras de Eloi Badia (y todas esas chapuzas suyas que nos acaban costando dinero, como su inútil pugna con Agbar), que si las superilles y cómo amargan la existencia de quienes las sufren, que si no queremos el Hermitage ni regalado (¡que se lo queden los malagueños, esos insostenibles frivolones!), que si donde esté un CAP, que se quite el MACBA, que si ya tenemos suficientes hoteles, que si el coche es el enemigo público número uno de la humanidad, que si hemos entendido mal el progreso y lo que mola es el decrecimiento, que si ya tardamos todos en improvisar un huerto urbano en el balcón de casa, que si no a todo lo que suene a capitalismo criminal…Yo diría que ha cundido la impresión de que estamos en manos de una pandilla de iluminados, tan ineptos como sobrados y perdonavidas, que nos quieren salvar de nosotros mismos porque ellos son muy espabilados y nosotros muy simplones. Y que su lema es el clásico Quien bien te quiere te hará llorar.

El colauismo empieza a hacer aguas por todas partes. Hay dudas sobre si los comunes van a presentar a Ada para un nuevo mandato, y ya se habla de sustituirla por otra persona (puede que Jessica Albiach) y buscarle a ella y a su maridito (y consejero áulico) otras ocupaciones, no se sabe si en la política (siempre se les puede enviar a Madrid a medrar en Unidas Podemos) o de regreso al humanitarismo con pretensiones que ya ejercieron en la PAH. Colau ya no se habla con Sanz. Badia no puede hundirse más con sus ideas de bombero, y de la única razonable que a mí me consta (y que creo que no era suya), la del dentista municipal asequible (es cierto que el gremio de la odontología asesta a sus pacientes unos palos considerables), hace tiempo que no oigo decir nada.

¿Que hay procesistas infiltrados en Barcelona es Imparable? Sin duda. Pero también hay mucha más gente que no milita en el lazismo y que asiste, impotente, a la decadencia de la ciudad, esa decadencia que Ada no ve por ninguna parte (igual que el vicepresidente Puigneró no la detecta en toda Cataluña), pero que a muchos se nos antoja evidente ante la falta de iniciativas culturales de los comunes y su fatalista desinterés por temas que nunca han sido competencia exclusiva de la derecha, como el orden público (entre los muchos colectivos cabreados con Colau brilla con luz propia la Guardia Urbana), la limpieza, el alegre deambular de ratas y jabalíes, el incremento exponencial de apuñalamientos y tiroteos y demás asuntos que, sumados al cerrilismo patriótico de la Generalitat, están convirtiendo Barcelona en una sombra cutre de lo que fue no hace tanto.

Yo diría que cuando consigues cabrear a tanta gente y tan distinta, es que no estás haciendo las cosas tan bien como crees. No espero ninguna autocrítica por parte de Ada Colau, que se cree soñada (como diría Borges). Y, además, cuenta con una oposición que la ha bajado Dios a ver (Maragall y Artadi son alternativas siniestras) y con un socio escaso de carisma (Jaume Collboni) que está dejando pasar todas las oportunidades (¡que son muchas!) de demostrar a la población que las cosas irían mucho mejor con los sociatas recuperando el ayuntamiento. Pero el hartazgo hacia su gestión va mutando en un griterío que yo, de ella, empezaría a tomarme en serio. El runrún de Ada se está convirtiendo en un runrún anti Ada que, a este paso, no va a tardar mucho en convertirse en un berrido descomunal.