La imagen de Ada Colau bailando vallenato con la canción La bicicleta de Shakira en el barrio del Bon Pastor se ha vuelto viral. Estaba acompañada por la vicepresidenta Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo quien, pese a todo, no dudó en desmarcarse de la alcaldesa desde los primeros compases del bailoteo institucional. La más que discutible traza exhibida por la munícipe máxima impediría a muchos decidir si es preferible la versión de Colau the dancer o la de Colau alcaldesa de la ciudad, aunque mi respuesta sea ninguna de las dos.

Cuando una alcaldesa de Barcelona y toda una vicepresidenta del Gobierno de España visitan barrios de la ciudad que precisan de urgentes actuaciones públicas en empleo, cohesión, seguridad e inversiones para corregir los desequilibrios y déficits sociales lo obligado es que estas necesidades se fijen en las agendas de gobierno del día. Sin embargo, nada de eso ocurrió en esta visita. La ausencia de propuestas fue lamentable y ante ello la única noticia destacable fue la de una bailarina alcaldesa. Con esta anécdota como balance la visita girada nos podemos hacer una idea del nivel del quehacer municipal y de la política local en Barcelona.

No era la primera vez que en Barcelona se observaba a la máxima autoridad municipal marcándose un baile en plena calle. Aún es recordado cuando el entonces alcalde Joan Clos obsequió a los barceloneses en el año 2004 bailando la samba de Carlinhos Brown, subido en un autobús y en pleno paseo de Gràcia. No obstante, al alcalde Clos siempre se le reconoció su capacidad de gestión de servicios como la sanidad, en distritos como el de Ciutat Vella, o en el saneamiento de las finanzas y empresas municipales.

De Ada Colau sólo nos constaba como antecedente a su acceso a la alcaldía su activismo. Una militancia desde la que recurría a disfrazarse de abeja, ser actriz okupa de viviendas municipales o protagonizar escraches. Sus gustos musicales evolucionaban mientras tanto a la par que su trayectoria política. Así pasó del run run rumbero del 2015 al reggaetonero del 2019 con el común denominador de que las consecuencias de su gestión han sido un auténtico zapateado a los barceloneses por su sectarismo, ineficacia, gesticulación estéril, asfixias de impuestos o imposiciones de urbanismos tácticos

Tras la de la vicepresidenta, se sucedió pocos días después otra visita gubernamental, la de la ministra de Derechos Sociales Ione Belarra. Una vez más, la noticia del encuentro con la alcaldesa no fueron las actuaciones propias de su departamento y en favor de Barcelona, sino en esta ocasión fue la defensa de que el fugado expresident Puigdemont no sea detenido si regresa a España. En otros tiempos, y sin ser ella la alcaldesa, Ada Colau con su disfraz de abeja habría reclamado más vivienda social, la renta de inserción, incrementar el salario mínimo, la bajada del precio de la luz o el IVA superreducido en suministros y en servicios esenciales para las personas. Pero no. Ada Colau, desprovista de su obligado traje de alcaldesa y siempre manirrota en gestos, se ha tornado en muda elocuente de exigencias y reivindicaciones, no vaya a ser que alguien le recuerde que sus partidos, comunes y Podemos, apoyan y forman parte del gobierno de España.

Este mes se cumplen 6 años de Ada Colau como alcaldesa, y ella misma ha reconocido que está pensando en presentarse a la reelección. No sé si estará cavilando si, además de su concurso electoral, lo hará al del baile del famoso programa de televisión. En cualquier caso, a los barceloneses nos ha tocado bailar con la políticamente más fea por decisión del jurado popular. Por lo tanto, más que quejarnos de que the dancer Colau nos pisa en su baile de gobierno, los barceloneses deberíamos saltar a la pista para que, democráticamente y por el veredicto de las urnas, la razón de ser de la alcaldesa no tenga ni ton ni son. Para ello es preciso una oposición política nítida y un activismo social, ciudadano y de barrio. Faltan dos años para que se celebren las próximas elecciones municipales y es menester que, entre todos, se puedan sumar sensibilidades y configurar una alternativa sólida desde sus peculiaridades distintas para conseguir que la alcaldesa se vaya con su música y partitura populista a otra parte.