Durante los últimos años, el Ayuntamiento de Barcelona ha pagado más de dos millones de euros públicos a la telaraña de empresas, cooperativas, fundaciones y asociaciones que preside o dirige el fundador del Institut Nova Història. Denunciado y desenmascarado por sus estrafalarias investigaciones desde la prensa inglesa hasta los historiadores catalanes solventes, es un chiringo que reinventa la historia a su manera y ha descubierto y propagado que Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes y el mismo Shakespeare eran catalanes de pura cepa. Sin pruebas científicas que lo avalen y basado en teorías de las conspiraciones y en fantasmagorías propias, culpa de todos los males de aquella su mítica patria perdida a una conspiración universal orquestada por Castilla ya desde la Edad Media. Sus creyentes, seguidores y abducidos son como los de aquellos grupúsculos que sostienen que la tierra es plana, que la humanidad no llegó a la luna, que los extraterrestres lo controlan todo o que Jack el Destripador era un catalán, del norte de Perpiñán, que hablaba inglés.

Nada que objetar a que cada cual elija libremente a su engañabobos favorito o se entretenga con las psicofonías del Cuarto Milenio televisado de Iker Jiménez. Pero lo que se pasa de la raya del timo y del hazmerreir internacional es que un pájaro de cuenta y sus negocios sean patrocinados con dinero público por la Generalitat, la Diputación y varios ayuntamientos, con el de Colau a la cabeza. Parece imposible que una alcaldesa tan culta, ilustrada y bien asesorada no haya leído los dos volúmenes de La Timoteca Nacional. Enciclopedia de la picaresca española, que el año 1984 publicó Enrique Rubio, maestro de la prensa de sucesos. En ella aparecen engaños, enredos y fraudes protagonizados por auténticos impostores, embaucadores y genios del arte de vivir a costa del dinero ajeno. Desde falsificadores de títulos nobiliarios, hasta creadores de inauditas órdenes militares y religiosas, pasando por simuladores de árboles genealógicos aristocráticos. Todo falsedad de falsedades, a cambio de dinero. Entonces no se había creado el Institut Nova Història, pero sí constan métodos y personajes iguales o muy parecidos al de su inventor, sus discípulos y sus voceros.

En todos los casos reales de timos históricos recopilados, coinciden la picardía del timador, la credulidad de sus víctimas, la voracidad económica, la avaricia, la ambición de ser más de lo que realmente se es, el aprovecharse de los más necesitados, las biografías amañadas, la vanidad, las falsas promesas incumplidas, la ignorancia de acaudalados caprichosos y otras costumbres nada ejemplares del género humano. Lo raro del asunto que aquí se trata es que una persona tan preparada, lista, espabilada y astuta como Colau no se haya percatado de que en dicho instituto y aledaños podría haber gato encerrado. Aunque también pudiera pasar que, a cambio de más y mayores inversiones, los investigadores de dicho instituto descubran y divulguen el día de mañana la historia y leyenda de que la catalanísima Ada Colau fundó Barcelona antes que los layetanos