Ada Colau ya está en campaña. Este lunes, la alcaldesa de Barcelona ha presentado una lista electoral con cambios importantes. Se sabía que no seguirían Agustí Colom y Josep Maria Montaner, y también eran conocidas las bajas de Gerardo Pisarello y Laia Ortiz número dos y tres del Ayuntamiento. El morbo radicaba en conocer las nuevas apuestas de los Comuns después de cuatro años de gobierno con muchas más sombras que luces.

Joan Subirats, actual comisionado de Cultura, es el número dos de la lista de Colau. Janet Sant y Jaume Asens, cuestionados internamente, mantienen su cuota de poder. Sorprende la elección de Lucía Martín como número cinco y significativo es que Eloi Badia no forme parte del núcleo duro de la primera edil. El actual regidor de Presidencia, Agua y Energía irá como número 9 después de una gestión muy convulsa marcada por su fracaso con la remunicipalización del agua y el fallido intento de crear una funeraria pública.

Badia, uno de los regidores más dogmáticos, también es el responsable del hundimiento de 144 nichos en el Cementerio de Montjuïc y de sus maniobras poco elegantes con las familias afectadas. Representante del sector más duro, Badia se ha convertido en un estorbo por el rechazo que suscita entre los sectores económicos de la ciudad. Su gestión como regidor de Gràcia también ha sido muy controvertida.

Consciente del desgaste acumulado por una obra de gobierno insuficiente, Colau ha rescatado un discurso más amable y conciliador. En un acto reciente, la alcaldesa destacó los buenos réditos que ha tenido la colaboración público-privada para Barcelona, una tesis que choca frontalmente con su obcecación por remunicipalizar algunos servicios pese al elevado grado de satisfacción de los barceloneses con el modelo actual.

Colau tiene muchos frentes abiertos. El mundo cultural se siente menospreciado por la alcaldesa, indignado por su desafío al Macba. Y sonado ha sido su enfrentamiento con el comercio y la restauración dela ciudad, hartos de tantas trabas y burocracia mientras se tolera la expansión del top manta. La misma frustración siente el sector turístico y muchas entidades ciudadanas, molestas con las subvenciones a dedo del actual gobierno municipal.

La radicalidad perjudica a Colau, que en 2015 se benefició del desplome de un PSC que ahora aspira a recuperar parte del voto perdido hace cuatro años. La líder de Barcelona en Comú, muy mediática, enseña ahora su perfil más seductor. Le interesa cambiar algunas piezas para que nada cambie. En este contexto se entiende que Badia sea más un problema que una solución. No es de recibo, en cambio, que la activista Gala Pin siga siendo una figura muy valiosa para Colau con la degradación que vive el Raval.