La competencia entre empresas es sana. Es más, es necesaria, porque de la competencia sólo sale beneficiado el ciudadano, el usuario de los servicios que prestan estas empresas. Sin embargo, hay algunas líneas rojas que las empresas no pueden traspasar porque van en contra de la ética empresarial y, sobre todo, van en contra de las normas establecidas. En estas últimas horas hemos visto como una empresa entra en el barro para socavar la credibilidad de su competidora.

Como publican algunos medios, una trabajadora de Acciona convenientemente camuflada como activista medioambiental bajo el paraguas de Agua es Vida, lanza duros ataques contra Agbar a la que acusa, nada más y nada menos, que de estafadora para acabar diciendo en un artículo publicado en La Directa que “en nombre de Agua es Vida y el Movimiento por el Agua Pública y democrática os animamos a estar atentos en los próximos meses para recuperar estos servicios básicos para nuestros pueblos”. Naturalmente, la señora Susanna Abella, insisto trabajadora de una empresa privada de agua, no habla contra su empresa, Acciona, sino que lo hace contra su competidora directa.

El artículo en cuestión es un discurso conocido. Acuñado desde hace tiempo por Agua es Vida e Ingenieros sin Fronteras, organizaciones en las que militó el actual concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Barcelona y del Área Metropolitana, Eloi Badia. Casi me atrevería a decir que Abella ha sido convenientemente asesorada por el propio regidor, porque no se aleja ni un milímetro del discurso que coloca a una empresa privada en el nivel de estafadora, cosa que no se le ocurre decir a la señora Abella de la empresa que le paga la nómina cada mes.

Estaría bien que Acciona dijera si está al corriente de las acciones de su trabajadora y que aclarara si los vínculos de Susanna Abella con Agua es Vida e Ingenieros Sin Fronteras son personales, o son vínculos de la propia empresa, que no es citada en ningún momento cuando su actividad es similar e idéntica a la de AGBAR. Me lo pregunto porque no es casual la aparición del artículo en el momento que se está dilucidando en el Supremo la empresa mixta de agua del Área Metropolitana, tras un largo conflicto de Acciona y Agbar. Este es el motivo oculto por el que se hace difícil no ser mal pensado y ver que la mano que mece la cuna se acerca a José Manuel Entrecanales.

Entrecanales era presidente del Instituto de la Empresa Familiar que celebraba su congreso en Barcelona. Cuentan las crónicas que estaba preparada una dura resolución en este congreso contra el proceso independentista que entonces lideraba Artur Mas. La resolución nunca vio la luz y al poco tiempo, Entrecanales y su Acciona se hicieron con la mayor privatización de la historia de la Generalitat, Aguas Ter Llobregat. Privatización que acabó como el rosario de la aurora por las irregularidades en su concesión, pero Mas devolvió el favor a Entrecanales.

Ahora, una trabajadora de Acciona se pone en primera persona a favor de la remunicipalización del agua de Barcelona y pide, ahí es nada, “presión ciudadana” para conseguirlo. Quizás la señora Abella, trabajadora de Acciona y activista, tendría menos ardor guerrero si esta concesión la tuviera su empresa. Esto se llama juego sucio y barriobajero y Acciona tendría que aclarar cual es su papel en este asunto que sobre todo huele mal, muy mal, y, por qué no, explicar cuál es su interés en este momento procesal.