Hay quienes mediante sus palabras pretenden investir a quienes queman nuestra ciudad de una especie de halo de santidad revolucionaria mostrando un absoluto desconocimiento de nuestra historia y un absoluto desdén hacia quienes verdaderamente fueron revolucionarios en tiempos difíciles.

No soy de aquellos que viven aferrados a conflictos del pasado, pero cuando algunos tratan de utilizar antiguas referencias para manipularlas me molesta como al que más. Cuando Echenique da apoyo a quienes salían a la calle supuestamente para reclamar libertad para Pablo Hasél diciendo aquello de “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles” uno no puede evitar el enojo. Es sin duda un insulto a la memoria de aquellos antifascistas que decidieron reunirse en Barcelona y que nada tienen que ver con la tropa de vándalos que asola nuestras calles desde hace días.

Nuestra ciudad fue el epicentro en el que se reunían todos los matices de la verdadera izquierda republicana, unidos por un anhelo compartido, el de luchar contra el fascismo que pretendía eliminar nuestra República. 

Barcelona fue también el centro de reunión para todos aquellos demócratas venidos de diferentes puntos del globo que viajaron a España para defender la democracia. Foráneos que, preocupados por las consecuencias que podía tener para sus propios países la derrota de la República en España decidieron dejar las comodidades entre las que vivían, dejar a sus familias y amigos con el único objetivo de ponerse al servicio de la democracia. ¿Qué comodidades dejan los revolucionarios de pandereta que desvalijan comercios cerveza en mano y después vuelven a casa de sus padres para pasar la noche? ¿Cómo alguien puede ser tan cínico de comparar una cosa con la otra?

Los auténticos antifascistas abandonaron sus hogares, arriesgaron sus vidas y se sometieron a privaciones diarias para ayudar a un país que en cierta manera les era ajeno. Paul Preston narró de maravilla ese sentimiento de lucha por la democracia que movió a muchos para dejar su casa, y estoy convencido de que si tuviera que hablar de la Barcelona de hoy el relato sería muy diferente.

Para desgracia de todos el relato en Barcelona se consolida en una extraña dirección por culpa de la propaganda y la defensa de algunos. Estos días hemos visto a niñatos en prime time quejándose de no ser escuchados. Quejándose de falta de visibilidad mientras aparecen en pantalla con un elevado porcentaje de share diciendo burradas varias y ejerciendo de lloricas profesionales. Jóvenes que si contaran las memeces que cuentan a alguien que vivió la verdadera lucha antirepresiva en este país se ganarían un buen varapalo.

Y para colmo está la estigmatización de los cuerpos y fuerzas de seguridad. La cruzada que han emprendido contra la policía es una autentica barbaridad, y el apoyo de aquellos partidos que creen beber de la lucha republicana de este país, un despropósito mayúsculo. Han preferido ponerse del lado de aquellos que acosan y golpean a nuestra policía para acabar cobijándose en casa de sus “papas”. Se han puesto del lado de aquellos que se saltan la ley y además esgrimen consignas que en ningún caso pueden considerarse como una lucha en favor de la libertad de expresión. Y es que aunque ésta estuviera en juego nada justificaría el robo y el pillaje que ejercen cada noche. Cuando delante de los cuarteles de la policía gritan aquello de “vosotros fascistas sois los terroristas” demuestran un desconocimiento total de la historia y es necesario empezar a recordarlo. Se enfrentan a aquellos que mantienen nuestra democracia en orden frente a las embestidas de todos aquellos que pretenden cercenar nuestros derechos. Es la policía quien está del lado de la libertad, no ellos.  

Esta lucha no se parece tampoco a las luchas de la de la clase trabajadora que se jugaba el tipo en las fábricas de Barcelona. Gente que luchaba por sus derechos, que sufría en sus carnes las consecuencias de la represión y que para colmo tras cualquier reivindicación tenían que acabar abriendo las fabricas a primera hora para trabajar duro para alimentar a sus familias aunque fuera precariamente. Las protestas de estos días en nuestra tierra son las protestas de pequeños aburguesados que no tienen que levantarse al día siguiente si no quieren. Jóvenes incapaces de entender la suerte que tienen de vivir en un estado como el español en pleno siglo XXI. Incapaces de agradecer las luchas pasadas y los avances conseguidos gracias a ellas. Incapaces de hacer honor al nombre de antifascistas, nombre que corrompen al autoetiquetarse como algo que no son mientras bajan de los barrios altos de Barcelona a quemar la parte del centro.

Viven del cuento y todo pretexto es bueno para salir a beber a la calle. Las imágenes de ayer noche del macrobotellón lo dejan bien claro. No tienen más causa que su propio divertimento. La excusa de Pablo Hasél no es más que eso, una excusa. En Francia un rapero llamado Maka ha sido condenado a dos años de cárcel por hacer apología del terrorismo en sus canciones, y ni un solo demócrata se ha atrevido a defenderlo. Entienden lo que es una democracia y entienden que el discurso del odio no puede defenderse de ningún modo. ¿Qué pasa entonces en España? ¿Qué sucede en Barcelona?