El 1 de diciembre abrió las puertas en la avenida Icària un local donde venden periódicos y revistas. Es una noticia excelente y a contracorriente de una dinámica que se viene llevando por delante quioscos uno tras otro. En 1996 había en Barcelona 440 quioscos de prensa. En 2011 se bajó por primera vez de los 400 y el año pasado quedaban activos solo 289.

Por eso me sorprendió al encontrarme en mi buzón propaganda de la apertura del nuevo local. Además está ubicado a pocos metros donde apenas hace unos meses cerró uno parecido. ¿Estarán cambiando los aires de crisis en este sector? Lo dudo mucho.

Años atrás, comprar el periódico no tenía gran complicación. Paseando por la calle se encontraba un quiosco fácilmente. Ya no es así. Uno puede darse un atracón de andar por la ciudad y no encontrar donde adquirir un diario. A ese inconveniente hay que añadir otro que resulta algo molesto: preguntarle a otro viandante si sabe donde hay algún quiosco en las cercanías. No hay estadísticas sobre ello pero a buen seguro que el resultado sería estremecedor. Casi nadie sabe donde se puede comprar el periódico. Peor aún, a casi nadie le interesa o le preocupa.

Tampoco hay datos fiables sobre la responsabilidad que tiene el cierre de quioscos en el descenso de la difusión de la prensa escrita. Pero algo tendrá que ver. En más de una ocasión he renunciado a satisfacer mi malsana y anticuada vocación de leer el periódico diariamente tras tropezarme con varios quioscos con las persianas echadas.

¡Cómo no van a ir así las cosas si hasta en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona han tenido que echar el cierre a su mítico quiosco! Mal presente y peor futuro para la prensa escrita.

Llamadme nostálgico pero me gustaría que un colectivo como el paquistaní, que se ha animado a hacerse con todos los supermercados habidos y por haber, se animase también a hacerse cargo de los quioscos que van cerrando o que están en un tris de hacerlo.

¿O lo estarán haciendo ya?