La crisis del textil y las reconversiones posteriores, especialmente en el sector metalúrgico, golpearon al cinturón de Barcelona y a Catalunya, en general, con un tejido industrial incomparable al de Madrid, una ciudad eminentemente administrativa. La capital, sin embargo, se avanzó al acoger algunas de las sedes de las primeras firmas relacionadas con las nuevas tecnologías en nuestro país, pero la globalización del sector y la falta de un emplazamiento que resultara atractivo para las empresas y star-ups, al estilo de Silicon Valley, le han restado pujanza. Barcelona, en cambio, puede ganar esta batalla por el conocimiento gracias al 22@.

Amazon es la última de las grandes empresas que ha hecho saber su intención de instalarse en este distrito de la tecnología, con la implantación de un centro dedicado a la investigación de la inteligencia artificial, y al que se incorporarán un centenar de científicos e ingenieros en los próximos años.

La creación de un espacio no implica trascendencia alguna en el campo de la investigación, pero es una extraordinaria herramienta de marketing, al expresar la voluntad de una ciudad por unirse a la búsqueda del conocimiento. Si esa ciudad es Barcelona, una referencia internacional, y el distrito se ubica en una de las zonas de más atractivo y nuevo desarrollo, cerca del mar, todo es más fácil. Las inversiones, por supuesto, son arriesgadas. En el caso de Barcelona crearon controversias en torno al proyecto, pero los réditos son casi seguros en el largo plazo, ya que nada se explica sin las nuevas tecnologías.

Madrid posee la Ciudad de la Imagen, donde se ubican las sedes de varias televisiones y algunas productoras, pero también una zona de ocio, atestada los fines de semana. El área no ha sido exactamente escogida por las empresas de nuevas tecnologías. Google, por ejemplo, tiene sus oficinas en la Torre Picasso, en plena Castellana. Las propuestas del proyecto urbanístico del Nuevo Chamartín podrían incluir un espacio dedicado al sector, pero por ahora permanece detenido. La tecnología, en cambio, avanza a una velocidad imperceptible. Es el negocio del presente y del futuro y ya sabe dónde tiene un sitio.