Carles Armengol, en el bar Gelida de Barcelona, con un ejemplar del libro 'Collado, la maldición de una casa de comidas' / METRÓPOLI - JORDI SUBIRANA

Carles Armengol, en el bar Gelida de Barcelona, con un ejemplar del libro 'Collado, la maldición de una casa de comidas' / METRÓPOLI - JORDI SUBIRANA

Gran Barcelona

'Collado', un retrato de la "Barcelona fronteriza" desde una casa de comidas

Carles Armengol novela la ciudad de los años 70 y 90 desde el negocio de su familia en Collblanc

3 abril, 2022 00:00

Noticias relacionadas

El Collado era una "casa de comidas" instalada en la carretera de Collblanc, ese punto fronterizo entre Barcelona y L'Hospitalet de Llobregat. El restaurante abrió en 1928 de la mano de Miguel Collado y Teresa Martín y funcionó, bajo la dirección de la misma familia, hasta 2012, en plena crisis económica. El establecimiento, como otros tantos de la ciudad y el área metropolitana, ha acabado en manos de ciudadanos chinos. El nombre de Collado persiste en la fachada del edificio... y ahora está obras.

Carles Armengol (Barcelona, 1981) es hijo de Rafel e Isabel, los últimos miembros de la familia Collado que estuvieron al frente de la casa de comidas. Ni Carles ni sus hermanos, Marc y Sergi, quisieron seguir con el negocio que habían abierto sus bisabuelos. Ahora, Carles, ha novelado Collado, la maldición de una casa de comidas, un libro, en gran parte autobiográfico, pero que va más allá de hablar del restaurante para retratar la ciudad olímpica desde unos de sus límites, "entre la aspiración de Barcelona y el inmovilismo de Collblanc". "Es mi visión. No es la historia del Collado sino más bien del entorno social desde las cuatro paredes. Es la Barcelona fronteriza".

CRUDEZA, SARCASMO Y TERNURA "SIN NOSTALGIA"

En la primera novela de este escritor, psicólogo de formación, Armengol mira con ojos de niño y adolescente, pero con un tono crudo, "mucho sarcasmo, un punto tierno y sin ninguna nostalgia", la Barcelona desde los años 70, cuando sus padres se hicieron cargo del Collado, hasta 2012. Él nació en 1981 y fue, cuenta en el libro, hijo de una familia trabajadora que pudo prosperar a base de dar el callo todo todo el día en una Barcelona en crecimiento durante dos décadas, entre los 70 y los 90. "Representamos la última generación de trabajadores que se pudo comprar una casa en la playa cerca de Barcelona y que pudo hacer que sus hijos fueran a colegios privados o concertados". 

Fachada del Collado, casa de comidas, en la carretera de Collblanc / CEDIDA

Fachada del Collado, casa de comidas, en la carretera de Collblanc / CEDIDA

 

Armengol explica que estudió en escuelas a las que iban hijos de empresarios o personas con trabajos de éxito, como el Lever de la calle de Copèrnic o el Pare Manyanet de Les Corts, pero en el Collado trataba con gente obrera, "vecinos de barrio que se conocían de toda la vida y se tomaban una cerveza antes de subir a casa", empleados del mercado de Collblanc, que acudían al restaurante a coger fuerzas con un esmorzar de forquilla, y comía con una prostituta que trabajaba en Sant Antoni y que era su amiga. "Yo vivía en Sant Ramon Nonat, a 200 metros del Collado, y salía del barrio para ir a la escuela". Pero jamás estuvo integrado del todo en esos centros educativos: llevar un bar es muy esclavo y sus padres estaban siempre en la cocina o detrás del mostrador. "Hacía teatro, ensayaba todo el año, pero no podía ir a la función porque nadie me podía acompañar", cita a modo de ejemplo.  

EL BARÇA, ESTUDIAR EN EL BAR Y LOS BOIXOS NOIS

Los personajes que aparecen en la novela y las situaciones son reales, pero Armengol les ha cambiado los nombres. Había bullicio y casi todo el mundo se conocía. Al Collado también iba gente rara –como un hombre con camisa hawaiana, sombrero marinero y pendientes flamencos– y algunos locos. "Hay un capítulo en el que hablo de estas personas. Entonces no eran enfermos mentales. Todo estaba más normalizado. Aportaban color. Ahora se etiqueta o se esconde a esas personas". Explica también que en el Collblanc de los 80 y 90 se veían yonquis por la calle y algunos de ellos entraban en el bar para robar el dinero del teléfono. En una ocasión, Armengol, con solo 10 años, lidió con uno de ellos que pilló pinchándose en el lavabo del Collado.

Carles Armengol, frente al restaurante Collado / CEDIDA

Carles Armengol, frente al restaurante Collado / CEDIDA

En Collado, la maldición de una casa de comidas aparece también el futbol, por la cercanía del Camp Nou. El fútbol le provoca "rechazo". por lo que significaba: esos días en el Collado, se trabajaba a destajo. "Recuerdo tener exámenes y tener que estar estudiando en el bar". La parte buena era la caja que se hacía. Junto al Collado, relata Armengol, había otro bar, el Virginia, que ya ha cambiado de nombre, al que acudían los Casuals o los Boixos Nois, dos de los grupos más extremistas de la afición azulgrana, que de vez en cuando también se pasaban por el Collado porque algunos eran del barrio. 

EL OFICIO DE LA HOSTELERÍA

Armengol pasó infancia y adolescencia en el Collado. "Pasé de corretear entre mesas y taburetes y bromear con los clientes a convertirme en el que les servía chupitos de whisky. Pasé de ser un niño que lo observaba todo a ser un camarero involuntario". A lo largo de su vida profesional, Armengol ha asesorado a multinacionales en la venta de todo tipo de servicios y productos y ha servido cócteles y blinis de salmón ahumado en restaurantes pijos para sobrevivir. "Ahora estoy en el paro, dirigí un bar del Poblenou durante cuatro años pero lo dejé". Su sueño, dice, es dedicarse a la consultoría y al análisis de mercado en el ámbito de la restauración.

Uno de los capítulos de la novela aborda el oficio de la hostelería. Narra que desde los Juegos Olímpicos cuesta mucho encontrar buenos profesionales. "Muchos empresarios han explotado a los trabajadores". Ahora, la mayoría de los que se dedican a este trabajo es para pagar las facturas, "pero no es gente que tenga oficio". "Te puedes encontrar a diseñadores gráficos frustrados que tiran cañas con cara de asco". Y añade que muchas de las personas con oficio con los que se ha topado tenían algún tipo de adicción.

El Collado era la primera casa del autor. "No cenaba o comía en casa con mis padres y mis hermanos. Eso no sé lo que era. Mi madre intentaba que las comidas de fin de semana fueran especiales y siempre traía algún pastelito". Hasta las celebraciones familiares las hacían en el Collado. "Lo hacíamos por comodidad. Era nuestra zona de confort. No nos sentíamos cómodos en casa como una familia tradicional". Ahora muchas familias trabajan y pueden conciliar. En el caso de Armengol no fue así.

El interior del bar Collado, hace unas décadas, en Collblanc / CEDIDA 

El interior del bar Collado, hace unas décadas, en Collblanc / CEDIDA 

EL BAR FUE TRASPASADO EN 2012

Hacia el año 2000, el negocio fue a menos. El barrio de Collblanc cambió mucho. Empezó a llegar mucha inmigración, se empobreció, y la crisis de 2008 fue la estocada final. En 2012, Rafel, el padre del novelista, decidió que había llegado el momento de cerrar el Collado y de jubilarse. El edificio era de alquiler y el negocio se acabó traspasando a unos chinos. "Se sacó a unos 40.000 euros y tras pagar a los trabajadores se quedó con una pensión de 700 euros". De eso hace ya una década y fue entonces cuando Armengol supo que tenía que explicarlo.

Negocios como el Collado ya no quedan en Barcelona. La entrevista con Metrópoli ha tenido lugar en el Gelida, en la confluencia de Comte d'Urgell con Diputació, un bar de esmorzars de forquilla de los de toda la vida. Pero son establecimientos en vías de extinción. Armengol cuenta que una vez pasó por el Collado y en su interior solo había gente desconocida, cada uno en su mesa, sin hablar entre ellos. "Se había perdido toda la personalidad". Eso sí, en la fachada del edificio sigue presente el nombre de Collado. La Barcelona de esos años ya es historia. Y el Collado de toda la vida, también. En 2012 dejó atrás 84 años de vida.