Leopoldo Milà Sagnier, diseñador de la Impala, en la fábrica de Montesa de Esplugues de Llobregat / CEDIDA FAMILIA MILÀ

Leopoldo Milà Sagnier, diseñador de la Impala, en la fábrica de Montesa de Esplugues de Llobregat / CEDIDA FAMILIA MILÀ

El pulso de la ciudad

Los 'señores de Barcelona' y la Impala, en peligro de extinción

Familiares de Leopoldo Milà, el diseñador de la mítica Montesa, y usuarios de la misma explican el valor sentimental de esta moto, que podría dejar de circular por Barcelona tras la aprobación de la ZBE

8 octubre, 2019 00:00

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¿Qué significa para ti la Impala? “Familia y complicidad. Cada vez que veo una Impala por Barcelona siento que comparto algo con la persona que la lleva. E inconscientemente, debido a mi vínculo familiar y mi condición de arquitecto, la asocio directamente a la estética barcelonesa”. Quien pronuncia estas palabras es Leopoldo Milà Figueras, nieto de Leopoldo Milà Sagnier, el diseñador y artífice de la mítica moto barcelonesa. Para él, como tantos otros barceloneses y catalanes, conducir una Montesa Impala es un acto militante, que roza el romanticismo.

Andar con esta moto clásica por la ciudad no es algo práctico si se compara con el resto de vehículos del mercado. No dispone de un box donde guardar el casco, la mezcla de aceite y gasolina es manual –como en cualquier moto anterior a los 90-- y las piezas de recambio escasean y no son baratas.

Dos Montesa Impala aparcadas / CÍRCULO IMPALA

Dos Montesa Impala aparcadas / CÍRCULO IMPALA


Pero si hay algo que inquieta y molesta a partes iguales a cualquier propietario de una Impala es el miedo a aparcar en la calle y que la moto se haya esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Porque este modelo, pese a haber sido diseñado hace más de 50 años, sigue estando muy cotizado en el mercado de segunda mano. Difícilmente uno puede encontrar una Impala I en buen estado por menos de 4.000 euros. Esa es una de las pruebas objetivas de su vigencia, de su éxito, que fue palmario desde un inicio. La moto se dio a conocer en sociedad en 1962 con la puesta en marcha de la original campaña publicitaria 'Operación Impala', que llevó a cinco catalanes a atravesar el continente africano de abajo a arriba subidos en tres prototipos de Montesa Impala.

LA IMPALA Y SU NOBLEZA

¿Qué la hace tan especial? “Su simplicidad, ergonomía y buen funcionamiento. Siempre se enciende”, resume Leopoldo Milà, nieto del diseñador de la Impala. Felipe Botaya, un barcelonés aficionado a las motos y muy conocido en el círculo de impaleros, destaca que se trata de una moto “bonita, simpática, sencilla, robusta y compensada”.

Pero quizá, la palabra que mejor describe a la Impala y que utiliza Botaya para definirla es “noble”. La Real Academia Española, en su tercera acepción, define noble como “singular o particular en su especie, o que aventaja a los demás individuos de ella en sus cualidades”. La Impala se ha ganado a pulso este adjetivo. Presentada en 1962, ese mismo año ganó el premio Delta d’Or de disseny industrial, otorgado por el ADI-FAD.

Poco después de su lanzamiento, pasó a conocerse como la “moto de los señores de Barcelona”, debido a que fue de las primeras en incorporar un protector en la cadena para que uno no se manchara los pantalones. Leopoldo Milà también procuró que el cambio de marchas no desgastara el zapato: fue de las primeras motos que permitían accionar el cambio con el talón.

¿POR QUÉ TRIUNFÓ?

Motos hay muchas, sí, pero pocas han pasado de padres a hijos como si de un ritual se tratara, mimadas al detalle para que perduren en el tiempo 50 años después de su fabricación. Las Derbi, Bultaco, Ossa o las Sanglass fueron importantes motocicletas producidas en Catalunya coetáneas a la Impala, pero han pasado sin gran trascendencia a nuestros días.

¿A qué se debe su éxito? “Se trata de una moto muy bien hecha para el uso diario. Con unos conocimientos básicos de mecánica siempre podrás salir adelante”, explica Botaya, que en sus ratos libres se dedica al pupilaje y cuidado de diversas Montesa Impala, “para que circulen en condiciones y brillen como el primer día”.

La afición de Botaya por la Impala le llevó a emprender un viaje peculiar en 2017. Ese año, cuando cumplía los 30, se subió en su moto y se dirigió a la parte más septentrional de Europa: Cabo Norte (Noruega). Recorrió un total de 11.000 kilómetros y 13 países en 26 días, "sin ningún contratiempo más que 2 bujías, 2 bombillas y un pinchazo en Alemania ya de vuelta. Con una media de 550 km's diarios (12 horas) --y lo que eso supone para un vehículo-- no usé gran parte del recambio ni tampoco las herramientas que llevaba en las alforjas", explica. 

 

Felipe Botaya subido en su Montesa Impala en su ruta hasta Cabo Norte, Noruega / CEDIDA

Felipe Botaya subido en su Montesa Impala en su ruta hasta Cabo Norte, Noruega / CEDIDA


Para Leopoldo Milà nieto no existe una razón objetiva para explicar que la Impala se siga utilizando y cause tanto furor a día de hoy. "Más allá del diseño, su buen funcionamiento y su avance técnico para la época, existe un componente romántico, casi místico, que hace que la Impala tenga un aura que acompaña a todo aquél que se sube a ella".

Otros aficionados como Pablo ven en la Impala un motivo de “orgullo”. “Me lleva a casa, al despacho, al Aeropuerto, a Sants... Una moto que tiene más años que yo y que se diseñó hace más de 50 años. Además de un vehículo eficiente para mi es una de las motos más bonitas y elegantes” subraya.

TRADICIÓN

Otra de las claves para comprender el éxito de la Impala es la tradición que se ha generado a su alrededor y el componente hereditario de la misma, en el seno de múltiples familias catalanas y barcelonesas. Pablo es un ejemplo de ello. Su primer recuerdo de esta moto es "una foto con mi padrino cuando yo tenía cuatro años. Él (mi padrino) me regaló a mis 16 años mi primera Impala (una Impala 2 125cc) que no he dejado de conducir a diario hasta hoy". También guarda en su memoria la llegada al colegio con la Impala. "Era espectacular, ¡te sentías el rey del mambo!".

Para Botaya, su primer contacto con la Impala fue a principios de los 90, "cuando mi padre me llevaba al colegio en ella". En el caso de Leopoldo Milà, su primer recuerdo también está íntimamente ligado a la familia. "Cuando era niño siempre había alguien dispuesto a darme una vuelta. Mi padre, mi primo, mi tío...".

Leopoldo Milà i Sagnier subido a una Montesa Impala junto a sus nietas Jana e Inés / CEDIDA 

Leopoldo Milà i Sagnier subido a una Montesa Impala junto a sus nietas Jana e Inés / CEDIDA 


Su padre, Leopoldo Milà Vidal-Ribas, asegura que su primer contacto con una Impala "fue a los nueve años, cuando mi padre me llevó una noche (para mi mágica) al departamento de competición en Montesa donde se estaban preparando cinco Impalas para competir en un gran premio que se disputaba en Montjuïc. Al día siguiente asistí a la carrera y las cinco primeras fueron las Impalas". 

AMENAZA

Todos los recuerdos generados por la Impala, y que se siguen solapando a día de hoy con su transmisión de padres a hijos, podrían verse truncados si se aprueba la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) tal y como está planteada en la actualidad. La regulación, que prevé dejar fuera del parque móvil los vehículos más contaminantes, no contempla una excepción para los coches y motos clásicas, categoría en la que entraría la Impala.

El anuncio de la medida cayó como un jarro de agua fría entre los usuarios de estas motos. Todos ellos esperan un indulto para la joya de las Montesa, que de no ser así la dejaría fuera de las calles barcelonesas durante buena parte del día. La ZBE prohibirá su uso de lunes a viernes de 7.00 a 20.00 horas. Así, sólo se podrá utilizar por la noche, los fines de semana y los días festivos. 

"Si se confirma la medida tal y como está redactada, estoy convencido de que saldremos más a cenar por ahí. El rojo del depósito de una impala y el popopopopo de su motor no puede dejar de verse y oírse por Barcelona", explica Pablo. Para Botaya, la Impala es un "símbolo de la ciudad, de la historia del motociclismo y de la industria catalana". Es por ello que considera un error que se le dé "la espalda a una moto que ha formado parte de muchos hogares".

FUTURO

¿Qué hubiera pensado su diseñador, Leopoldo Milà Sagnier, sobre el momento en que vivimos? ¿Sería de los pioneros en llevar vehículos eléctricos en consonancia con las exigencias climáticas de estos tiempos, o sería un nostálgico de la Impala? Su hijo Leopoldo Milà trata de encontrar una respuesta a la pregunta: "Mi padre siempre fue muy avanzado en sus ideas, tanto en cuestiones de diseño, técnicas como políticas. Creo que él hubiera aprovechado las tecnologías actuales para convertir la Impala en un vehículo sostenible y continuar disfrutando de otro tipo de conducción. Estoy convencido que conseguiría un equilibrio entre la técnica y la funcionalidad como hizo en la Impala y la Impala 2".