Las Kellys en una manifestación / LAS KELLYS BARCELONA

Las Kellys en una manifestación / LAS KELLYS BARCELONA

El pulso de la ciudad

Hablan Las Kellys: "Nadie sabe lo que ocurre dentro del hotel"

Este viernes las camareras de piso repiten la manifestación frente al Grand Hotel Central, que despidió a dos trabajadoras por sindicarse

30 agosto, 2019 00:00

Noticias relacionadas

El pasado 27 de diciembre R.H., de 51 años, limpiaba deprisa las habitaciones de un hotel de Barcelona para no terminar mucho más tarde de su hora de salida. Pero lo que no imaginaba es que, al hacer una cama, ese raudo ritmo le haría caerse al suelo y lesionarse el brazo. “Me dolía mucho. No podía ni vestirme. Una compañera me ayudó a ponerme los zapatos y la chaqueta y me fui directa al médico”, explica a Metrópoli Abierta R.H., integrante de Las Kellys, la asociación de camareras de piso que reivindica mejores condiciones laborales en el sector.

R.H. asegura que la causa de su incidente es la sobrecarga de trabajo a la que están sometidas a diario. Una realidad que confirma otra miembro del colectivo, M.S., al detallar que actualmente deben limpiar “desde 15, 20, 25 o hasta 30 habitaciones” en ocho horas por un sueldo que, para algunas, es solo de 750 euros. “No damos abasto. Tenemos que correr. Nos están presionando todo el rato. Pero oye, ¡tenemos dos manos, no tenemos 20!”, indica a este diario la trabajadora de 46 años al hablar de una rutina que tiene a la explotación como constante y que ha hecho que muchas camareras de piso se movilicen.

LAS KELLYS, CONTRA PAU GUARDANS

A dos de ellas las echaron hace unos meses del Grand Hotel Central Barcelona por sindicarse e intentar reclamar más derechos, aseguran las camareras de piso. Desde entonces, Las Kellys protestan los viernes frente a las puertas del hotel desde el pasado abril. Mañana, 30 de agosto, lo volverán a hacer en nombre de sus compañeras despedidas y por unas mejores condiciones labores capaces de evitar que su empleo sea un martirio.

Uno de los casos está a la espera de que se celebre la vista oral en los juzgados, prevista para el 12 noviembre. El sindicato de limpiadoras se enfrenta directamente a uno de los pesos pesados del sector hotelero de Barcelona: Pau Guardans, presidente del lobby empresarial Barcelona Global y dueño de la cadena Único Hotels --a la que pertenece el Grand Hotel Central--.

Pau Guardans, presidente de Barcelona Global y Barcelona Unico Hotels

Pau Guardans, presidente de Barcelona Global y Barcelona Unico Hotels

Pau Guardans, presidente de Barcelona Global y Barcelona Único Hotels

Como medida de presión, las trabajadoras aprovechan la concentración de los viernes frente a las puertas del edificio para animar a los clientes del hotel a que valoren negativamente el establecimiento en TripAdvisor. "Les explicamos cómo trata el Grand Hotel Central a sus empleadas. Que despiden a las trabajadoras que deciden sindicalizarse, que optan por externalizar la plantilla para ahorrarse costes laborales, que no respetan los horarios y hacen trabajar más horas a las camareras de piso sin pagarlo como horas extras... Les contamos todo ese tipo de cosas, y la gente nos apoya", señala una afiliada de Las Kellys. 

Las Kellys reivindicando mejores condiciones laborales / LAS KELLYS BARCELONA

Las Kellys reivindicando mejores condiciones laborales / LAS KELLYS BARCELONA

El enfrentamiento contra Guardans es uno de los prioritarios del sindicato de camareras de piso. Confían en que la justicia les dará la razón, por lo que existe un cierto entusiasmo alrededor del caso entre las limpiadoras. "Salimos a ganar", indican desde Las Kellys.

Más allá de la lucha contra el Hotel Grand Central, la precariedad sigue siendo la nota dominante en un sector duramente castigado por la crisis, donde los derechos laborales quedan en un segundo plano ante la necesidad imperiosa de no perder el empleo. 

ENFERMEDADES LABORALES

Lamentablemente, el caso de R.H. no descubre nada nuevo acerca de las enfermedades laborales que padecen las camareras de piso. M.S. empezó a trabajar en esta profesión en 2011 y, a partir de 2016, llegaron los dolores a sus muñecas. A las dos semanas cayó enferma. A pesar de que no podía hacer nada, ni siquiera sujetar un tenedor, sus dolencias no bastaron para que la mutua de la empresa le diera la baja, ya que “no consideraba que fuese una lesión laboral porque no tenía nada roto”. Eso llevó a M.S. a conseguir una baja de siete días en su médico de cabecera que, al final, resultó ser insuficiente.

“Me seguían doliendo mucho las muñecas, por lo que me dieron antiinflamatorios, diazepam e ibuprofeno. Hoy aún me tomo el diazepam porque no aguanto el dolor que ahora siento en las cervicales y los hombros”, sostiene con la voz entrecortada y agrega: “Nos matamos, nos enfermamos por la sobrecarga. Necesitamos la jubilación anticipada. Si ahora muchas están enfermas y cogen la baja a los 40, ¿qué van hacer a los 50? ¿De qué vamos a vivir?”.

La experiencia que M.S. vivió con la mutua es similar a la que tuvo que soportar R.H. En su caso, alegaron que esa lesión en el brazo no era una consecuencia laboral porque sus “tendones estaban desgastados de antes”. Pero para ella eso no tenía ningún sentido porque había pasado los últimos 14 años trabajando en el sector. “Les dije: ‘¿Cómo puedo trabajar? Hago 24 camas al día, limpio lavabos, duchas, mamparas…. Mi brazo es mi herramienta de trabajo’”, recuerda R.H. sobre una situación que tampoco le dejó más salida que ir a su médico de cabecera, que solicitó que le hicieran una radiografía. La prueba demostró que tenía los tendones rotos.

Una integrante de Las Kellys grita a través de un megáfono / LAS KELLYS BARCELONA

Una integrante de Las Kellys grita a través de un megáfono / LAS KELLYS BARCELONA

Una integrante de Las Kellys grita a través de un megáfono / LAS KELLYS BARCELONA

A partir de entonces ha estado de baja, pero ni la infiltración que le hicieron el pasado abril en el brazo ni todos los meses que ha estado de reposo han conseguido acabar con el padecimiento. El 15 de octubre le harán una resonancia en la Seguridad Social para determinar si deben operarla o hacerle más infiltraciones, pero el tiempo de espera solo la llena de impotencia. “Llevo desde diciembre con dolor. ¿Por qué al Rey emérito le operan sin más? ¿Y las personas que tenemos que trabajar y dar de comida a nuestros hijos tenemos que esperar tanto tiempo? La salud no se negocia”, pregunta entre lágrimas.

“UN MÍSERO SUELDO”

La sobrecarga de trabajo ha provocado que para las camareras de piso sea habitual desconocer a qué hora terminarán la jornada. Y eso no hace más que arrebatarles las preciadas horas del día que destinarían a estar con los suyos. “Si sales tarde no tienes tiempo de llegar a casa para estar con tu familia. Además, si quieres ir con tus hijos al parque no puedes porque estás demasiado cansada. A veces los niños no lo entienden porque son muy pequeños”, indica M.S. y, acto seguido, subraya que “el mísero sueldo” que cobra y el hecho de no tener un “contrato fijo” le veta cualquier posibilidad de poder acceder a una vivienda digna.

“Estamos a la deriva, no tenemos para subsistir. Hay muchas cosas de las que una se tiene que privar para llegar a fin de mes, como las vacaciones, y debemos invertir ese dinero únicamente en transporte, comida y vivienda”, apunta M.S. al hablar de una realidad similar a la que se enfrentó R.H. al comienzo de la baja. El 75% del sueldo que recibió durante los dos primeros meses le imposibilitaba llegar a final de mes porque su alquiler es de 700 euros. “Si no hubiese sido por la ayuda de mi hermana y mi hija, no sé cómo lo habría hecho”, admite. 

Las Kellys protestan frente al Grand Hotel Central / LAS KELLYS BARCELONA

Las Kellys protestan frente al Grand Hotel Central / LAS KELLYS BARCELONA

Las Kellys protestan frente al Grand Hotel Central / LAS KELLYS BARCELONA

Ahora que lleva unos ocho meses de baja, asegura que casi no sale de casa, que ha subido de peso y que la incertidumbre de su futuro no hace más que generarle ansiedad. Pero a ella, ni esta batería de infortunios le frena para salir esta tarde a defender sus derechos e intentar introducir en el imaginario colectivo la verdadera rutina de las camareras de piso. “La gente debería conocer nuestra realidad. Nadie sabe lo que ocurre dentro del hotel, por lo que vamos a seguir luchando”, sentencia.