Vistas de la Zona Volcánica de la Garrotxa desde el municipio de Santa Pau / CEDIDA

Vistas de la Zona Volcánica de la Garrotxa desde el municipio de Santa Pau / CEDIDA

El pulso de la ciudad

Éxodo urbano tras la pandemia: abandonar Barcelona y rehacer la vida en el campo

Por primera vez en una década, la capital catalana ha perdido habitantes; entre las causas, el traslado a segundas residencias y nuevas viviendas tras el confinamiento

14 marzo, 2021 00:00

Noticias relacionadas

Justo cuando se cumple un año de la primera declaración de estado de alarma por la pandemia del coronavirus, el 14 de marzo de 2020, el Ayuntamiento ya puede confirmar que Barcelona ha perdido al menos 13.094 vecinos. El padrón ha caído hasta las 1.653.678 personas, rompiendo la tendencia al alza de la última década. Una cifra provisional, del periodo comprendido entre el 1 de enero y el 1 de octubre, que aparece reflejada en el informe El movimiento migratorio de Barcelona en tiempo de covid-19 elaborado por la Oficina Municipal de Datos (OMD).

Según el consistorio, las causas de este bajón poblacional son diversas, aunque todas beben de la misma fuente: la crisis sanitaria. De este modo, la disminución en el número de empadronados se debe a un aumento de la mortalidad –la más elevada desde 1939, el último año de la Guerra Civil– , el descenso de los nacimientos, un menor flujo migratorio y el traslado a segundas residencias o nuevas viviendas familiares. En este último caso, la Administración local señala también la preferencia de los barceloneses a instalarse en municipios de menos de 5.000 habitantes fuera del área metropolitana.

VÍCTOR, SIN TRABAJO: DEL CENTRO DE BARCELONA A UNA 'MASIA' DE LA GARROTXA

Es el caso de Víctor, que antes de Navidad se mudó a Santa Pau, un pueblecito de la Zona Volcánica de la Garrotxa, “a medio camino entre Olot y Besalú”, explica a Metrópoli Abierta. Después de dos años compartiendo piso en la plaza del Bonsuccés, se vio obligado a dejarlo al quedarse sin trabajo. “Empecé en un sitio nuevo haciendo de comercial, y a los cinco días me contagié de covid. Cuando me dieron el alta, volví a la oficina y me echaron. No me daban casi nada de paro y para mí era insostenible volver, con 30 años, a casa de mis padres en el Poblenou. Prácticamente toda la experiencia que tengo es en hostelería, y me imaginé que no iba a encontrar otro curro. Así que aquí estoy”, se congratula.

Víctor está trabajando en la piscina de la casa rural de su amiga / CEDIDA

Víctor está trabajando en la piscina de la casa rural de su amiga / CEDIDA


Una amiga le ofreció mudarse con ella a una masía, reconvertida ahora en casa rural. Y ahí se fue para ayudarla. “Estamos arreglando cosillas, haciendo reformas, dejando el terreno listo, la piscina…”, cuenta. Con las restricciones a la movilidad les está resultando complicado atraer nueva clientela, por lo que se están centrando en dejarlo todo listo para la temporada de verano. “A la parcela le falta solo un huertecito, que ya estamos montando, para ser autosuficientes. Además, el pueblo es pequeño pero hay de todo cuando salimos a comprar. Y si no, Olot está a menos de 20 minutos en coche”, detalla. Asegura que volvería a Barcelona si la situación laboral mejorase, algo que ve difícil que pase a corto plazo.

A VALÈRIA LE SUBIERON UN 20% EL ALQUILER Y SE FUE A CUBELLS

Valèria y su pareja también han dejado la capital en los últimos meses. Hacía tiempo que tenían en mente buscar una casa en la montaña, un proyecto para el que tampoco había prisa. Pero la cuarentena en su piso del Poblenou, y el aumento de un 20% del precio del alquiler, los impulsó definitivamente a marcharse. En septiembre encontraron un nuevo hogar en Cubells, una pequeña localidad de la Noguera (Lleida) que en 2020 tenía censadas a tan solo 338 personas. Y ahí se instalaron junto a sus dos hijos pequeños; el mayor acaba de cumplir tres añitos y el pequeño nació durante el confinamiento.

“Barcelona es una ciudad hostil para criar a un niño. El ruido, la polución, el cemento… Antes de tener al primero ya nos habíamos planteado ir a otro lugar”, narra a este diario. Así que después del verano, devolvieron las llaves al casero y se fueron. “Aquí estamos más cerca de la naturaleza, tenemos un trozo de tierra para cultivar y nuestros hijos pueden jugar al aire libre”, celebra. Además del huerto tienen un patio particular y la vivienda es el doble de grande. Todo esto por mucho menos dinero, asegura.

Los campos ubicados frente a la casa de Valèria en Cubells / CEDIDA

Los campos ubicados frente a la casa de Valèria en Cubells / CEDIDA


Como son autónomos en el sector de la cultura, se han pasado al teletrabajo en su propia empresa. Y apenas han regresado a Barcelona desde que decidieron marcharse. Entre otros factores, porque no tienen coche. “Mi compañero se está sacando ahora el carné. Igualmente, en Cubells tenemos lo básico, alimentación y farmacia. Si queremos otra cosa tenemos que ir a Artesa de Segre, que está a cinco minutos, o a Balaguer, que está a un cuarto de hora. Un coche de línea nos lleva”, detalla.

ELISABET Y ENRIC SE CONFINARON EN SANT VICENÇ DE CASTELLET... Y AHÍ SE QUEDARON

Elisabet y Enric decidieron dar el paso al inicio de la pandemia, dejaron el piso de la calle Consell de Cent –en la esquina con Entença– en el que habían vivido los últimos 30 años y pasaron el confinamiento en Sant Vicenç de Castellet, muy cerca de Manresa y a escasos kilómetros de la montaña de Montserrat. “Casualmente hacía pocos meses que nos habíamos comprado este apartamento”, explica ella. Una segunda residencia con terraza y muy luminosa, cerca del campo para poder hacer excursiones.

“Estamos más bien aquí que en Barcelona. Es más pequeño, pero con la edad las necesidades cambian. Ya no buscamos lo mismo que cuándo éramos jóvenes y nuestros dos hijos eran unos niños”, señala. Ahora la mayor vive independizada y su hermano vive con su novia en el domicilio familiar. Y ellos se han abrazado a un nuevo estilo de vida mucho más tranquilo: “La sensación de libertad que tenemos aquí es incomparable. Incluso en los momentos de confinamiento municipal estricto, sin salir del pueblo podemos dar paseos y salir de excursión. Algo imposible en Barcelona”, reflexiona.

Las vistas a Montserrat desde la terraza de Elisabet y Enric en Sant Vicenç de Castellet / CEDIDA

Las vistas a Montserrat desde la terraza de Elisabet y Enric en Sant Vicenç de Castellet / CEDIDA


Mantienen sus empleos de administrativa y financiero en la ciudad, aunque tienen la ventaja de poder hacerlo a distancia. “Y cuando tenemos que trabajar presencialmente, procuramos coincidir los dos. Son tres cuartos de hora en coche. Luego mi marido aparca cerca de su oficina y yo continúo en patinete eléctrico”, explica. Recuerda como antes tardaba tan solo 30 minutos para ir andando de casa al trabajo, pero dice que la calidad de vida que tienen ahora lo compensa.

'REPOBLEM', UNA INICIATIVA CONTRA EL DESPOBLAMIENTO RURAL

Ante este crecimiento del interés por dejar la ciudad e ir a vivir el campo, Ton Lloret emprendió en agosto Repoblem, una iniciativa que pone en contacto a particulares, que desean instalarse en un pueblo, con ayuntamientos, técnicos y concejales de pequeños municipios, que buscan nuevos vecinos para frenar el despoblamiento.

Y es que el éxodo rural es uno de los grandes problemas de los micropueblos. Muchos de ellos tenían cientos de habitantes hace años y ahora apenas quedan algunas decenas. “Con la pérdida de población se pierden también los servicios. La escuela, las tiendas, la peluquería, la farmacia… Un círculo vicioso, porque cuando el comercio se ha ido entonces ya nadie quiere ir a vivir ahí”, lamenta Lloret.

Víctor y su amiga trabajan para montar un pequeño huerto en la casa rural de Santa Pau / CEDIDA

Víctor y su amiga trabajan para montar un pequeño huerto en la casa rural de Santa Pau / CEDIDA


Por lo que ven una oportunidad en la incipiente migración urbana. “Intentamos bascular estos movimientos hacia los lugares que necesitan más urgentemente nuevos habitantes”, cuenta. A través de Twitter ha conseguido que, en los últimos meses, algunas se instalen en Tuixent (pirineo de Lleida) o Vilanova de Prades (Tarragona), entre otros.

LA CERDANYA, LA COMARCA EN LA QUE MÁS CRECIÓ LA BÚSQUEDA DE VIVIENDAS EN 2020

Desde el portal inmobiliario Idealista aseguran a Metrópoli Abierta que la comarca catalana en la que más aumentaron las búsquedas en 2020 fue la Cerdanya, con un crecimiento del 64% entre marzo y noviembre. Dentro de la provincia de Barcelona, las búsquedas fuera de la capital también subieron aunque no tanto. Encabezan la lista el Garraf y el Moianès, con incrementos del 12% y el 7% respectivamente durante todo el año anterior.

En términos generales, en enero de 2020, dos meses antes de la pandemia, las viviendas en los pueblos catalanes recibieron un 9,7% de las búsquedas en Idealista; una cifra que aumentó al 12% en junio –en la última fase de la desescalada– y hasta el 14% en noviembre.

“Los que han decidido irse de la ciudad han buscado casas más grandes y confortables, a una distancia razonable con sus puestos de trabajo y a un precio más económico”, explican fuentes de la compañía. Aun así puntualizan que Barcelona continúa acumulando el grueso de las búsquedas: “Tendremos que analizar si los que se fueron lo hicieron por un calentón, hartos de la pandemia, o si hay una tendencia [a ir a los pueblos] que se acaba fijando”. Como habrá que esperar también para ver si los barceloneses que ya se fueron se volverán a instalar algún día en la ciudad o si su éxodo urbano es definitivo.