Miguel Carrillo atiende clientes en su quiosco de las Ramblas / METRÓPOLI ABIERTA

Miguel Carrillo atiende clientes en su quiosco de las Ramblas / METRÓPOLI ABIERTA

El pulso de la ciudad

Las ventas de los comercios de Barcelona caen en verano

Muchos establecimientos sufren pérdidas pese al aumento de turistas

4 septiembre, 2019 00:00

Noticias relacionadas

“A las siete de la mañana puedes ver a gente que sube borracha o drogada. Muchos de los que vienen de turismo de borrachera no compran nada, se van a casita o a beber a la playa”, así es como José (nombre ficticio), un quiosquero de las Ramblas de Barcelona, describe a Metrópoli Abierta el comportamiento de muchos de los viandantes que pasan por el corazón de la ciudad en verano. José ha preferido no revelar su identidad para garantizar la integridad de su negocio.

LA PARADOJA DE LOS DATOS

Según la Encuesta de Ocupación Hotelera publicada en la web de estadística del Ayuntamiento, el pasado julio 825.443 viajeros realizaron 2.147.211 pernoctaciones frente a las 2.017.447 del mismo periodo del 2018. A pesar de que estos datos indican que la capital catalana ha recibido un 5% más de turistas y ha registrado un 5,4% más de pernoctaciones, este incremento no se ha visto reflejado en la facturación de muchos comercios.

Así lo confirman a este diario el director general del Gremi de Restauració de Barcelona, Roger Pallarols, y Teresa Llordes, presidenta de la federación que agrupa los comercios del Gòtic, la Federació Barna Centre, al alegar que han registrado pérdidas de aproximadamente el 15 y el 5%, respectivamente. Para Pallarols, se trata de una “bajada muy bestia” que se ha producido sobre todo por las noches.

“En ningún caso podemos hablar de una buena temporada. En julio y agosto hemos notado un descenso del número de consumiciones y del importe consumido”, agrega Pallarols al hablar de unos cambios en el turismo que también ha detectado el director general del Gremi d’Hotels de Barcelona, Manel Casals. En su opinión, el turismo “de lujo” es el que se ha visto “más afectado”. Y es por eso que para revertir esta situación apuesta por promover turísticamente Barcelona: “si no inviertes en promoción turística, si no vas a buscar al turista que tú quieres, acaba viniendo el turista que nadie quiere”.

Viandantes llenan las Ramblas de Barcelona / METRÓPOLI ABIERTA

Viandantes llenan las Ramblas de Barcelona / METRÓPOLI ABIERTA

Viandantes llenan las Ramblas de Barcelona / METRÓPOLI ABIERTA

TURISMO CON MENOS PODER ADQUISITIVO

La realidad de la que hablan Pallarols y Casals también se ha trasladado al día a día de los quiosqueros de las Ramblas. A José, que lleva más de 40 años vendiendo souvenirs en el centro de la ciudad, las pérdidas de aproximadamente el 30% respecto al año anterior le imposibilitan hablar de un “buen verano”. “Nos afecta mucho porque los turistas son los que compran más souvenirs. Es lo que hay, pero si nos los quitan todo, estamos perdidos”, lamenta mientras multitudes de viandantes pasan por delante de su negocio sin pararse a mirar ni las revistas de Gaudí ni los míticos imanes de bailaoras.

José no es el único quiosquero que está sufriendo un deterioro de este calibre. Después de pasar más de 14 años en este punto de venta y de vivir este verano un descenso de aproximadamente el 30%, Miguel Carrillo no puede evitar hablar de un “empobrecimiento del turismo”. Para él, algunas de las causas de esta situación son que muchos turistas ahora solo invierten en el billete de avión, beber y comer de forma económica, “los chavales de entre 20 y 30 años” ya no compran regalos para sus allegados y el nivel de sueldos de España y parte de Europa es “más ajustado” que años atrás. El panorama es muy dispar al que se solía respirar.

Se trata de una opinión que no se aleja demasiado de la de Llordes. Sostiene que este llamado “empobrecimiento del turismo” se debe al aluvión de vuelos low cost que ahora las compañías áreas ponen al alcance de todo aquel que tenga unos pocos ahorros. “Mi marido y yo podríamos plantarnos en una ciudad europea cercana por solo 100 euros. Después no podríamos gastar demasiado, pero ya estaríamos en la ciudad”, ejemplifica Llordes sobre una tendencia que considera que ocurre en Barcelona y en muchas otras ciudades. “Seguramente esto será pasajero, el tiempo lo arreglará todo”, agrega.

Carrillo atiende a clientes en su quiosco / METRÓPOLI ABIERTA

Carrillo atiende a clientes en su quiosco / METRÓPOLI ABIERTA

Carrillo atiende a clientes en su quiosco / METRÓPOLI ABIERTA

DEGRADACIÓN DE LA CIUDAD

Mientras Llordes apunta que la inseguridad no es el motivo por el cual la facturación de muchos establecimientos es ha disminuido, Lluis Sans, presidente de la asociación que aglutina comercios del paseo de Gràcia, Amics de Passeig de Gràcia, tiene una visión muy diferente. La cantidad de clientes que le han explicado que en sus hoteles les sugieren dejar en las habitaciones sus relojes o anillos y el hecho de “tener que llamar al 112” cada día por sucesos que presencia en esta avenida, le hacen pensar que la inseguridad ha hecho saltar todas las alarmas.

“A los turistas franceses o ingleses, que tienen Barcelona más cerca y cuyas ciudades sufren problemas similares, no les preocupa tanto. Pero, por ejemplo, a los estadounidenses, a quienes nuestra realidad les resulta más desconocida, el problema de la inseguridad se les hace más grande”, cuenta Sans. Y, acto seguido, añade: “Han faltado sobre todo los turistas americanos y rusos, que gastan mucho dinero”.

La inseguridad también es algo que preocupa a José y Carrillo desde sus quioscos. No solo porque consideran que los hurtos y robos con violencia han provocado que algunos opten por destinar menos tiempo a pasear por las Ramblas, también porque muchos directamente “pasan de Barcelona”.

“Si convivimos con inseguridad, alboroto, suciedad, algunos turistas maleducados y algunos residentes desmadrados con la fiesta y la venta de drogas, es normal que esquiven este punto de la ciudad”, dice Carrillo, que al mismo tiempo, no puede evitar mirar a su entorno con una retrospectiva llena de nostalgia. “Barcelona era una ciudad muerta antes de las Olimpiadas. Ahora no solo está explotada, sino que ya nos ha explotado en las manos”, sentencia.