Eloisa en las clases de catalán que ofrece ASSÍS / METRÓPOLI ABIERTA

Eloisa en las clases de catalán que ofrece ASSÍS / METRÓPOLI ABIERTA

El pulso de la ciudad

Sarrià estrenará un centro exclusivo para mujeres sintecho

La inseguridad y la falta de intimidad son parte de la realidad con la que conviven en la calle, albergues y centros de día

3 octubre, 2019 00:00

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“Si estoy peinándome o poniéndome guapa en un lavabo mixto y aparece un hombre, puedo sentirme incómoda. Algunos pueden meterme prisas. Otros me hacen sentir que invaden mi espacio, mi momento de intimidad. Entonces me doy prisa y me voy”, así es como Eloisa describe a Metrópoli Abierta lo que puede implicar para una mujer no contar con un lugar al que llamar hogar y, por tanto, tener que cubrir ciertas necesidades en centros de día destinados al acompañamiento de personas sintecho. Desde que emigró de su Venezuela natal el pasado 26 de mayo, Eloisa vive en la habitación de una amiga que, según admite, desconoce si podrá mantener mucho más tiempo porque no tiene documentación.

Eloisa es una de las mujeres que acude regularmente a ASSÍS, Centre d'Acollida - Persones sense llar. El centro, que nació en 2001 y se encuentra en el barrio de Sarrià, ofrece servicios como alimentación, duchas, ropa, cursos de catalán, talleres de inserción laboral y actividades de ocio, como excursiones al centro de la ciudad. Desde el primer momento, todas estas aportaciones han hecho que la vida de las personas que pasan a diario por el complejo sea más llevadera. Aunque su director, Jesús Ruiz, reconoce que hace unos años se percataron de que las mujeres sintecho tienen necesidades “muy específicas” y, por tanto, vio imperioso impulsar la construcción de un nuevo centro exclusivo para mujeres.

UN CENTRO EXCLUSIVO PARA MUJERES

“Muchas vienen de espacios no seguros o procesos de violencia, que pueden haberse dado por violencia de género, intrafamiliar u otros, y después acaban expuestas en espacios públicos donde se pueden repetir estos patrones”, dice Ruiz. Y, acto seguido, añade: “No olvidemos que solo son mujeres entre un 12% y un 14% de todas las personas que duermen en las calles de Barcelona (1.195 según los últimos datos de Arrels Fundació). Vemos la necesidad de crear un espacio seguro para ellas”.

Este lugar es el nuevo centro de mujeres de ASSÍS, que empezó a construirse en el mismo barrio de Sarrià el pasado setiembre. Ofrecerá en aproximadamente un año 10 plazas de alojamiento protegido y atención especializada y llevará el nombre de Rosario Endrinal, la sintecho que fue asesinada en 2005 por tres jóvenes que le prendieron fuego en un cajero automático de la capital catalana.

Las donaciones de ropa que tienen lugar en ASSÍS / METRÓPOLI ABIERTA

Las donaciones de ropa que tienen lugar en ASSÍS / METRÓPOLI ABIERTA


En este edificio no solo se honrará la memoria de una persona que sufrió lo que nadie debería vivir nunca, también concederá a otras 10 mujeres la vivienda propia que siempre necesitaron y zonas comunes que, dentro de lo posible, evitarán que se sientan solas, cuenta Elena Salas, educadora de ASSÍS y responsable del proyecto. “Contarán con un comedor que podrán dedicar al ocio, forjar relaciones y realizar actividades ocupacionales y terapéuticas. Otro de los principales problemas es que están muy aisladas y tienen mucho tiempo libre. Y es importante ocupar su tiempo”, agrega Salas.

LA IMPORTANCIA DE UN ESPACIO PROPIO

En los cuatro meses que Eloisa lleva en Barcelona, ha tenido tiempo de sobras para percibir que, cuando alguien se encuentra en una situación de vulnerabilidad, es difícil convivir con ciertas situaciones. “Hasta hace seis meses, en ASSÍS las duchas de hombres y mujeres no estaban separadas. Apenas teníamos tiempo e intimidad”, cuenta Eloisa sobre un malestar que también ha sentido al ir a buscar ropa donada. “Soy pequeña y me cuesta encontrar tallas que me vayan bien. Hay hombres que nos dicen: ‘Va, va, va… ¡Qué lleváis mucho tiempo!’ Se molestan porque no somos rápidas”. Las situaciones irritantes no terminan allí.

Sentada en una de las salas del centro de ASSÍS, recuerda un día en el que se encontraba en el aula de informática y un hombre se molestó con ella porque estaba utilizando el ordenador que él quería. “Empezó a decir muchas palabras en catalán que percibí como ofensas y sus gestos me transmitieron agresividad. No pasó nada porque estaban los voluntarios en la sala, pero me generó inseguridad”, sostiene con la mirada fija en el suelo.  

LA VIVIENDA COMO BASE

Otra de las facetas innovadoras que comparte Salas sobre el nuevo centro es que, “desde el minuto cero”, sus futuras residentes partirán del punto de tener, otra vez, una vivienda propia. Un escenario que les dará estabilidad, un “lugar base”, donde mujeres como Eloisa podrán “empezar a trabajar” para buscarse una vida mejor.

“Con una vivienda puedo organizar mi vida, saber a qué hora puedo ducharme, organizarme las horas en las que puedo buscar trabajo… Ahora no dependo de mí, sino de mi entorno”, comenta Eloisa, que al mismo tiempo insiste en que, cuando recupere la estabilidad, le gustaría buscar empleo de forma más asidua y homologar el titulo de Enfermería que se sacó en Venezuela. Su actitud demuestra que quiere conseguir una rutina parecida a la vida que dejó en su hogar. Algo que coincide con la meta que persigue ASSÍS con este proyecto. “El objetivo final es que puedan salir a la calle y recuperar su autonomía”, apunta Ruiz.  

Durante los minutos que Eloisa explica su experiencia a Metrópoli Abierta reconoce que tiene amigas que no han tenido “la misma suerte que ella”: no cuentan con la habitación de una amiga donde pasar las noches, duermen en los parques y, durante el día, caminan por allí mientras hay personas que "las confunden con prostitutas”. Una posibilidad que, como reconoce entre lágrimas, le aterra llegar a vivir un algún día.

La mejor noticia que le podría llegar a Eloisa es que pueda acceder a una de de las viviendas protegidas del programa ASSÍS Llars, que también atiende a las mujeres desde una perspectiva de género. Ella está cada vez más cerca de recuperar los sueños que tuvo que abandonar.