Arcadi Espada, escritor y periodista / CEDIDA

Arcadi Espada, escritor y periodista / CEDIDA

El pulso de la ciudad

Arcadi Espada: “Es un misterio que Barcelona haya acabado dirigida por una analfabeta funcional”

El periodista cree que los dirigentes que han apoyado a Colau, "desde Jordi Borja, Joan Subirats o Josep Ramoneda, están en su decadencia intelectual"

31 octubre, 2021 00:00

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Arcadi Espada (Barcelona, 1957) siempre ha dicho lo que piensa, para bien o para mal. A contracorriente. No tiene en cuenta la percepción que se pueda tener de él. Periodista desde hace más de cuarenta años, ha querido ahora recoger muchas de sus piezas periodísticas que persiguen ‘la verdad’. En La verdad, (Península) destripa convenciones, actitudes y también partidos políticos. Fue uno de los impulsores de Ciudadanos en Cataluña, y ha batallado contra el nacionalismo toda su vida. Su libro Contra Catalunya sigue siendo una referencia, temprana reacción a lo que podía llegar. Y vivió la época dorada de Barcelona, con los Juegos Olímpicos de 1992, una ciudad que se asoma a la decadencia, aunque cada uno ofrece su particular visión sobre ello. Espada cree, sin embargo, que el proceso de decadencia económica “es irreversible”. En esta entrevista con Metrópoli señala que es complicado de entender por qué se ha llegado a esa situación. “Es un misterio que Barcelona haya acabado dirigida por una analfabeta funcional”, afirma, en referencia a la alcaldesa Ada Colau.

Recopilación de artículos sobre la verdad, una reflexión sobre cómo se informa y cómo se recibe la verdad. ¿Por qué ahora, es cuando más falsedad hay?

La verdad se ha convertido en un tema político y cultural de primer orden. Y es que la izquierda ha descubierto que las mentiras le perjudican. La izquierda, que domina la discusión intelectual, ahora ha dado permiso para hablar de ello. Y he querido recuperar lo escrito sobre esa cuestión.

¿Es la izquierda la culpable de omitir la verdad?

Digo que la izquierda ha puesto en solfa el tema de la verdad cuando se ha dado cuenta de que los presidentes de la derecha mienten. Cuando ha visto que un presidente como Trump mentía y que se trataba de un problema moral y político de primer orden. Reacciona ante el trumpismo y se da cuenta de que la verdad cuenta.

¿La izquierda entra en ese terreno, en la guerra cultural, porque no puede combatir a la derecha en el terreno socio-económico, donde no tiene una alternativa clara?

Puede ser, pero lo que intento transmitir es que la izquierda reacciona frente a la manera obscena en la que Trump desafía a los hechos. La izquierda ve que puede perder la hegemonía y para recuperarla debe cambiar su modelo. Y se interesa por la verdad.

En España ese debate es constante, ¿por qué?

Se produce con un presidente del Gobierno teóricamente de izquierdas, al que la verdad no le importa mucho.

¿Es en Cataluña, en todo caso, donde más ha incidido ese desfase entre la verdad y el relato interesado? ¿Se produce ese desfase desde el inicio de la democracia?

Bueno, hay que contar con el nacionalismo, que está emparentado con la superchería, con la perversión de la verdad, que tiene su apogeo con el proceso independentista, que es una gigantesca operación contra la verdad, con la participación de los periodistas catalanes.

El periodista y escritor, Arcadi Espada, en la entrevista con Metrópoli / MA

El periodista y escritor, Arcadi Espada, en la entrevista con Metrópoli / MA


Pero puede suceder que cuando la ‘no verdad’ se generaliza, quien crea que tiene la verdad sea, en realidad, el que conduce en dirección contraria, y entonces es arrollado.

Eso pertenece a la fábula del rey va desnudo. Y levantar la mano es preciso cuando uno cree que el rey va desnudo. Hay que hacerlo.

En Cataluña, ¿no se ha hecho porque los medios de comunicación no son independientes, como se apunta en muchas ocasiones desde Madrid?

No, me parece una elucubración. La responsabilidad es individual, es de cada uno, al margen de que haya o no mentirosos a sueldo. Son los que han actuado de una determinada manera los que deben explicar por qué lo han hecho.

Entonces, ¿es una fatalidad a la que nos debemos acostumbrar y convivir con ella?

Bueno, es una fatalidad en la medida en que la inmunodeficiencia de la sociedad catalana es permanente. Y si decidimos aceptarla o no. En todo caso, hay muchas explicaciones sobre lo que ha pasado que rebasan el ámbito de una entrevista. No hay duda de que para que haya periodistas mentirosos debe existir un caldo de cultivo necesario. El proceso de falsificación que se ha dado en llamar proceso independentista es espectacular desde cualquier punto de vista. Pero también atañe al conjunto de los ciudadanos, que se han creído esas mentiras, y que hemos visto también en otros procesos, como el Brexit, o en los años treinta del pasado siglo. Son procesos de patología social bastante convencionales y que, tal vez, tenga que ver con la condición humana.

¿En Barcelona hay también una verdad? ¿Qué verdad existe, a su juicio, en el transcurso de un debate que considera que se ha iniciado una decadencia?

Para mí es un misterio. Yo pertenezco a la generación olímpica. Tenía la edad en aquel momento para considerarme de esa generación y viví un periodo en el que la ciudad gozaba de una conversación pública, a la que tuve acceso, de notable calidad. Aprendimos de aquella época, en la que la ciudad, como concepto urbano, era un tema muy interesante. La ciudad estaba dirigida por personas bastante competentes, que salieron bien de una excepcionalidad como fueron los Juegos Olímpicos, que tuvieron para Barcelona mucha más importancia que para otras ciudades que también organizaron antes o posteriormente ese evento. Una de las personas más importantes fue Juan Antonio Samaranch, y también fue decisiva la izquierda catalana, que constituyó el contrapoder moral y cultural y político frente al nacionalismo, una ventana frente a la asfixia nacionalista. Hay un proceso biológico de las propias ciudades, pero es un misterio que Barcelona haya acabado dirigida por una analfabeta funcional, una política corrompida como Ada Colau, que revive asuntos archivados y anacrónicos. Hay una decadencia flagrante. Y el misterio es cómo ha sido posible, más allá de fenómenos típicamente biológicos.

Esa izquierda de la que hablaba antes, ¿es la misma que ha apoyado a Colau posteriormente? ¿No es ese otro misterio?

No sé cómo ha sucedido. En todo caso, esas personas que han apoyado su proyecto, desde Jordi Borja, Joan Subirats o Josep Ramoneda, están en su decadencia intelectual. Llevan muchos años sin aportar nada de interés. Ya no tienen solvencia intelectual. Es una decadencia lógica y explicable en las personas, aunque no en todas, claro, pero que se ha trasladado al ámbito colectivo. Son dirigentes, en todo caso, que han perdido todas las revoluciones de sus vidas. La última es el ridículo mostrado en el proceso independentista, que todos ellos apoyaron de alguna forma. Lo último que les quedaba es esa pelusa inexplicable que se ha adueñado del gobierno de la ciudad, al que prestan un apoyo más o menos difuso. Representan las frustraciones de una generación, que nunca ha podido sacarse de encima la pesada herencia intelectual del marxismo, que es la ideología responsable de tanta muerte y ruina. En definitiva, todos ellos han envejecido mal, es una explicación, aunque pueda ser una visión literaria.

¿Decadencia, entonces?

Es que Barcelona no se puede permitir una persona de la ambición intelectual de Colau y de su gobierno, con cosas como el eje de masculinidades que nos propone.

¿Reeducar a los hombres?

Sí, esa idea de los jémeres rojos y de la revolución china, que estos semimarxistas de ahora defendían en su juventud.

El periodista y escritor, Arcadi Espada / MA

El periodista y escritor, Arcadi Espada / MA


Esas ideas, ¿cómo han podido afectar a personas mucho más jóvenes, de generaciones muy distintas a esos revolucionarios de los años sesenta?

Bueno, no quiere decir que no les haya llegado el eco. Los jóvenes siempre están dispuestos a creer en las pamplinas más sonadas.

Entonces, ¿se equivocó Manuel Valls al facilitar la alcaldía de Ada Colau en lugar de Ernest Maragall?

No, no se equivocó. Todos los males no son equiparables. Y el mal de Maragall con la irradiación independentista que hubiera supuesto era peor.

¿Mal menor, entonces?

Me cuesta decirlo de esa manera.

A medio plazo se puede dibujar un acuerdo ‘sociovergente’, ¿qué le parece?

Eso atañe a la política y veremos, pero las ciudades son asuntos muy diversos y plurales. Barcelona sigue siendo una de las ciudades más agradables del mundo. Se come y se pasea como en ningún otro lugar del mundo. Y dependerá, claro, de la percepción de cada uno. Lo que digo es que la conversación pública de la ciudad está al nivel de la basura y su decadencia económica es prácticamente irreversible. Se ha apostado por ser la reducida pequeña capital de una Cataluña imaginaria y no una gran ciudad europea.

¿Los socialistas pueden revertir esa situación?

Se dice que Salvador Illa podría liderar esa reconstrucción. A mí me parece que es un señor que fue responsable de Sanidad, en una espantosa circunstancia, como fue la pandemia. Pero España se comportó como uno de los peores países del mundo y creo que alguna responsabilidad en ello tendrá Illa. Al parecer la pandemia le ha convertido en un líder, y eso demuestra la calidad de la conversación pública que tenemos.

Al frente del PSC en Barcelona está Jaume Collboni. ¿Cómo lo ve?

¿Collboni? Prácticamente no sé quién es.